Furaibo es un refugio de quietud, tranquilidad y buena comida. Ubicado en un primer piso, a metros de la Plaza de Mayo, ningún ruido externo llega hasta este restaurante y templo budista que abrió sus puertas hace 13 años: ni los bocinazos, ni los bombos de las manifestaciones. “Quería un lugar así, silencioso”, dice Gustavo Aoki, que es chef, pero también monje.
En el ambiente circula un aroma delicado a incienso que se combina con los que se escapan de la cocina: cítricos, alimonados, picantes, caldos para un ramen que se cocina por horas. La escalera conduce directamente al altar, lleno de luces, telas rojas, flores y un buda. Alrededor y en otros salones están desplegadas las mesas con capacidad hasta para 50 comensales.
Furaibo, que significa “La casa del señor de los vientos”, funciona de lunes a sábados, desde las 12 al cierre, en Alsina 429, San Telmo, como parte de una propiedad centenaria de 1.000 metros cuadrados, en donde también vivió el músico Luca Prodan.
Aoki es el alma pater del lugar. Sus ojos ríen y se achican cuando cuenta su historia. Es argentino, hijo de un matrimonio de japoneses arreglado por conveniencia, que llegó a la Argentina para trabajar en floricultura. En el año 2000 se fue a Japón para formarse como cocinero. Durante tres años aprendió los secretos del tonkatsu -una carne de cerdo empanada-, el ramen, el udon. Y volvió con la idea de abrir un templo, que no sólo alimentara el espíritu de sus visitantes, sino que también fuera un lugar donde se pudiera comer rico y bien a cualquier hora del día.
Para los que jamás probaron comida japonesa, Aoki recomienda empezar con unas gyozas -una suerte de empanadas asiáticas, sabrosas, que “les gustan a todos”-, seguir con la parte de katsus (empanados), como el cerdo o el ebi furia (langostinos), acompañados de arroz salteado. “El ramen se los dejo para después porque puede ser algo difícil o frustrante para comer. Prefiero que comiencen con cosas más simples”.
Obviamente también hay sushi en la carta, porque un restaurante japonés que no lo tuviera “sería como una pizzería sin empanadas”, grafica. Pero hay muchas más cosas para probar (sopas, entradas, platos principales), lo que amerita un regreso seguro. De postre, el tiramisú de Furaibo o el helado de ajo negro, que está considerado un súper alimento y que Aoki produce en campos de Mendoza.
Mirá el primer capítulo del ciclo que conduce Eddie Fitte y disfrutá la historia de Furaibo en detalle:
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