Daría la sensación de que no hay programa de cine completo si antes no te comprás un balde de pochoclo para acompañar la película que elegiste. Aromas y sonidos en las salas ya son un clásico generado por el snack más consumido a la hora de ir al cine.
¿Siempre fue así? ¿Desde cuándo existe esta costumbre de comer pochoclo?
Como no podía ser de otra manera en materia de cine, todo empezó en los Estados Unidos durante la Gran Depresión de los años 30, en los que la gente comenzó a ir al cine de manera masiva para escaparle a la angustia que generaba la crisis. Como los programas de cine eran continuados (2 o 3 películas seguidas), el hambre hacía que los espectadores buscaran algo para comer.
Al principio, los dueños de las salas de cine trataban de evitar que se comiera durante las proyecciones. Pero como no podían evitarlo, al final decidieron explotar el negocio de vender ellos mismos los snacks que se consumían durante las funciones.
Incluso durante la Segunda Guerra Mundial, cuando se racionó el consumo de productos básicos como el azúcar, nunca se limitó la venta de pochoclo, lo que lo convirtió en el único snack disponible para consumir en los cines. Las estadísticas muestran que, para 1945, la mitad del consumo de pop corn en los Estados Unidos ocurría dentro de las salas de cine.
Luego, la costumbre se difundió por el resto de Occidente, de la mano de las súper producciones de Hollywood, que terminaron inundando todo el mundo. Y, a pesar de que hoy existen otras alternativas para comer mirando una peli, el pochoclo sigue siendo la preferida de todos.
¿Sos de comprar pochoclo cuando vas al cine?
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