¿Es posible conocer la vida y los gustos de un profesional del periodismo gastronómico, una personalidad tan cromática y florida como la de Fernando Vidal Buzzi recurriendo a una sola fuente? Sí, porque se acaba de publicar La gran vida, una recopilación de notas, experiencias, recetas y anécdotas del que fue uno de los más grandes periodistas gastronómicos de la Argentina. Y lo mejor es que se puede leer (y disfrutar) con cuentagotas, como un buen oporto.
Vidal Buzzi, quien gustaba definirse como “cronista gastronómico” y no crítico, tuvo una trayectoria singular: cursó casi toda la carrera de Derecho, hizo buena parte de su carrera profesional en el mercado editorial (fue uno de los primeros en leer el manuscrito de Cien años de soledad, la novela que hizo famoso a Gabriel García Márquez, al que sugirió publicar), pero se lo conoce mejor por su dilatada trayectoria como periodista gastronómico y bon vivant de raza, autor durante años de la Guía de Fernando de Vidal Buzzi, “la única que premia y castiga”.
En La gran vida, la joie de vivre y el humor cruzan toda esta obra, así como lo hizo durante toda la vida de Fernando, que murió a los 81 años el 11 de octubre de 2013. No un humor plano y socarrón, sino elíptico, elegante y tangencial, como cuando se refiere a los “comedores de decorados”, al hablar de aquellos comensales que salen sólo a exhibirse, o de los “bebedores de etiquetas” más que de vinos.
Al igual que el gran Curnonsky (Maurice Edmond Sailland, escritor especializado en gastronomía), sostiene que un gourmet no puede comer solo, que toda cocina tiene que estar preparada con arte, reivindica el derecho del comensal a protestar, pero también llama al orden al cliente malcriado, afirma que los argentinos no comemos bien, en buena parte producto de nuestra exclusiva vocación carnívora, y entiende que, para ser un buen cocinero, hay que tener sentido del humor y paciencia.
En este libro, Vidal Buzzi sostiene que la cocina que se come acá no es italiana, sino “tipo italiana”, explora el origen del revuelto Gramajo, de la salsa golf, huevos Po-Parisky y tallarines a la parisienne, además de platos fenecidos como el legendario “pato a la prensa”.
Habla del apetito pantagruélico de Carlos Gardel, de los antiguos restaurantes porteños que marcaron una época, muchos extintos, como Au Bec Fin y Clark’s, los nostálgicos restaurantes que poblaban (y algunos aún pueblan) la Avenida Corrientes, los carritos de La Boca, los de la Costanera y muchos más. También menciona a los cocineros que hicieron época, como Ada Concaro, Francis Mallmann y el Gato Dumas, entre otros.
Más adelante, hace una interesante disquisición sobre los orígenes e identidad culinarios argentinos, de la “matríz hambrienta”, de los intercambios culturales del conventillo, y del rumbo que está tomando.
En un capítulo, al mejor estilo Brillat Savarin, hace reflexiones sibaríticas sobre lo que significa ser un gourmet, en especial cuando filosofa sobre la pasta, o los infinitos horizontes afrodisíacos de la buena cocina.
En otro hace referencia a los apetitos de artistas y literatos consagrados, como Zola, Rossini o Balzac, intercalados con recetas asociadas. También narra sus experiencias gastronómicas a lo largo y ancho del mundo, así como su opinión sobre los platos que hicieron (y tienen historia), mientras que en otro desgrana sus reflexiones sobre la naturaleza del vino, y luego otro con la taxonomía “vidabuzziana” de las coctelería y las bebidas espirituosas.
El libro finaliza con una hoja de ruta de la vida íntima del periodista, además de algunas recetas de creación propia, de las 300 que integraban su cuaderno manuscrito. El epílogo queda a cargo de los amigos que lo quisieron bien y que tanto aprendieron de él.
La gran vida (412 páginas, $ 489) pertenece a la colección “Los 5 Sentidos”, de Tusquets. La selección de textos fue realizada por su hija, Cayetana Vidal Buzzi, y la fotografía por Julie Weisz.
Este plato puede tener buenas versiones con este tipo de carnes más económicas.
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