“Leguisamo solo!…”, gritan los nenes de la popular. / “Leguisamo solo!…”, fuerte repiten los de la oficial. / “Leguisamo solo!…”, ya está el puntero del Pulpo a la par“, dice el tango de Carlos Gardel, cantado en memoria del legendario jockey uruguayo, Irineo Leguisamo, el imbatible. Los apellidos de reyes y nobles dejaron su impronta en platos y postres, pero nunca un jinete profesional, hasta que llegó Leguisamo, quien en 1944 ganó la suma de 144 carreras.
Cuenta Daniel Balmaceda en su libro La comida en la historia argentina que hay dos versiones del nacimiento de tan criollo postre: una que se lo atribuye a que Gardel le pidió a Cayetano Brenna, dueño de la Confitería El Molino e inventor del Imperial Ruso, que creara un postre en homenaje al diestro jinete. La otra afirma que se inventó en la también célebre confitería Las Violetas.
“El postre no se creó en Las Violetas, sino en El Molino”, afirma Néstor Reggiani, maestro pastelero y titular de La Nueva Muguet. “El Leguisamo es un clásico de la pastelería argentina y mi cuñado, Alberto Dib, escribió un libro llamado Una dulce historia sobre la historia de la pastelería argentina. Sucede que Cayetano Brenna, dueño de El Molino, era muy amigo de Carlos Gardel, que tenía caballos de carrera. Leguisamo corría un caballo de Gardel llamado Lunático, que en 1927 ganó una carrera. Y fue Gardel quien le pidió a Brenna que le hiciera un postre en recuerdo de la victoria”, concluye Reggiani.
Como sea, parece ser que el homenajeado en cuestión era sumamente frugal (un jockey necesariamente debe ser liviano) y la receta original del postre, tipo torta, cuenta con un montón de calorías, ya que básicamente llevaba bizcochuelo, hojaldre, marrón glacé, merengue y una crema imperial; se le han hecho numerosas variaciones que incluyen crema de manteca y dulce de leche, y también se lo suele escribir con Z y no con S, una suerte de deformación popular del apellido del jockey. Una bomba que una vez ingerida difícilmente ayude a uno a llegar a la meta…
¿Probaste el Leguisamo?
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