El desenlace de Game of Thrones tiene a los fanáticos en vilo. Castillos, armaduras, dragones y espadas se mezclan con batallas, lealtades y traiciones.
Más allá del paso en falso del vaso de café que apareció en una escena del último episodio, Cucinare, fiel a su espíritu gastronómico, se preguntó cuál sería la época real que correspondería a esta serie de fantasía sin marco cronológico, y qué se comía en aquel entonces.
Dicen los expertos que la serie está inspirada en La Guerra de las dos Rosas, que se llevó a cabo en Inglaterra. Luego de tres décadas de guerra entre las familias de York y Lancaster, y tras lo que parecía la victoria definitiva de la Casa de York con Ricardo III en el trono, en 1485 Enrique Tudor (Daenerys Targaryen, en la comparativa), un descendiente lejano de los Lancaster, inició su asalto al trono inglés. En agosto de ese año, luego de la batalla de Bosworth derrotó al rey Ricardo III y se hizo con la corona bajo el nombre de Enrique VII de Inglaterra.
Con el objeto de fortalecer su posición se casó con la sobrina del depuesto y asesinado Ricardo III, Isabel de York. Las dos casas finalmente se fusionaron en ese matrimonio, y los dos emblemas también, ya que la Rosa Tudor contiene la rosa blanca de la casa de Lancaster y la rosa roja de la casa de York.
Por las dudas, Enrique VII ordenó matar a cualquier rival que, por ascendencia y sangre, tuviera legitimidad para reclamar el trono a futuro. De esta forma aseguró la perpetuidad de los Tudor en el trono de Inglaterra… el Trono de Hierro.
Y si de paralelismos se trata, ¿qué se comía en aquellos tiempos, la época real en la que Games of Thrones se hubiera llevado a cabo? Durante la Baja Edad Media (entre los siglos XIV y XV), nada se condice con la estética de los festines escenificados en Game of Thrones; lo cierto es que, entre la clase guerrera, la nobleza, las normas de etiqueta estaban en su génesis.
Por lo general, los castillos tenían una única “gran sala” provista de una chimenea donde durante todo el día había un caldero al fuego (el pot-au-feu o la famosa “olla podrida”), de donde salía un potaje sospechoso.
La mesa, literalmente, “se ponía”, es decir, los pajes sacaban dos o tres caballetes y ponían una tabla sobre ellos, y después de comer la retiraban (en esa sala todos, caballeros y sirvientes, dormían sobre jergones de paja; en ocasiones el señor del castillo tenía dependencias en la torre). Allí se llevaba la vida en común. Además del potaje universal se comía pan de cebada y centeno, legumbres y vegetales como cebollas, puerros, repollos, zanahorias, ajo, hinojo y cardo.
La carne vacuna era una excepción y lo que se estilaba consumir eran las carnes domésticas como capón o cerdo y de caza, como venado o jabalí, además de volatería como perdices, garzas o faisanes, por lo general muy adobadas con especias que venían de Oriente, si se trataba de una familia pudiente (el estatus se medía, entre otras cosas, por las especias consumidas). Los pescados cumplían una función importante en la Cuaresma y fiestas de guardar.
También se comían pasteles rellenos, y durante los festines algunos llegaban al absurdo de contener pájaros vivos, de forma que cuando se cortaban, las aves salían volando sorprendiendo a los comensales. Europa occidental era muy pobre en frutas, aunque siempre había vino producto de la vid, y en los festines no faltaba cerveza (no en todas las regiones), e Hipocrás, vino azucarado fuertemente especiado.
En ocasiones la mesa se cubría con un mantel, que a su vez se usaba de servilleta. Se comía con las manos y la ayuda de un cuchillo y trozos de pan, ya que el tenedor aún no se había introducido en Occidente. Los restos de comida invariablemente iban a parar al piso, donde los numerosos perros oficiaban de aspiradora.
¿Te gustaría sentarte a la mesa de Game of Thrones?
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