A raíz de un sticker que recientemente fue noticia en un bar español, donde decía que: “Aquel niño que esté sin supervisión será vendido como esclavo”, se resucita la vieja polémica de si conviene o no ir a comer afuera con los chicos. Este tema enciende pasiones entre fóbicos y apologistas, por eso Cucinare repasa las distinas aristas del caso:
#1. Restaurant ¿Sólo para adultos? Existe el prejuicio de que los restaurantes son lugares para adultos y sólo los establecimientos colorinches con pelotero son aptos para ir con los más chicos. Incluso hay casos, sobre todo en los Estados Unidos, donde se les prohíbe el ingreso. Pero en Europa, por ejemplo, nadie se priva de ir a comer afuera con sus niños (salvo que el chico tenga un carácter patológicamente “levantisco”), porque es la forma natural que tienen de introducirlos a un mundo diferente. La gente va a los restaurantes de categoría con cochecitos con bebés y los menores se sientan a la mesa con los grandes. ¿Si no hasta cuándo hay que esperar?
#2. Los padres. Un padre que lleva a un niño/os a un restaurant tiene que saber que no va a poder comer a sus anchas. Lamentablemente no podrá desentenderse de los mismos (salvo que hayan recibido una educación castrense), y tendrá que tener un ojo puesto sobre ellos durante toda la velada, no sólo para no alterar la armonía del local, sino porque es una excelente oportunidad para educar a su hijo en otro ámbito diferente al hogareño. Así que ya saben: a arremangarse y a comer a medias…
#3. Emergencia, mala conducta. Eso es otro cantar. Cada uno conoce a sus hijos y sabe que esperar de ellos. Se supone que un menor bien educado con padres atentos no debería causar mayores inconvenientes. Pero hay casos de chicos que se levantan de la mesa y corren el salón, o patalean y gritan de forma que molestan a los otros comensales. En este caso el problema es de los progenitores, que deben hacerse cargo de la conducta de sus hijos y controlar la situación, o en su defecto pagar la cuenta e irse del restaurant. Y la figura del encargado o maître también está para hacérselos notar.
#4. ¿Menú infantil? El menú infantil es claramente un error. ¿Milanesitas con puré? ¿Supremitas con papas fritas? (sí, siempre en diminutivo). El menú infantil es una solución para los padres porque no tienen que lidiar con el paladar del niño es un establecimiento público. Pero es un error porque el niño come lo mismo que en la casa y el niño pierde la oportunidad de conocer sabores y texturas nuevas. Si no experimenta fuera de su casa siempre va a tener lo que se llama “paladar de párvulo”, cosa lamentable que se ve en muchos adultos.
#5. Salvavidas. En situaciones de emergencia existe un recurso que rara vez falla para contener al chico: la tablet o el celular. Este salvavidas logra serenar hasta al niño más díscolo, pero presenta el inconveniente que el joven se pierde buena parte de la experiencia de comer con su familia. Aunque mejor que la tablet es llevar libros o papel y crayón… Como sea, la tablet vale como último recurso en pos de conservar la paz.
#6. ¿Cubiertos para chicos? ¿Es buena idea traer vasos y platos de plástico? Salvo que el niño sea muy pequeño, la vajilla original es adecuada para que experimente algo distinto. Hacerle notar el ceremonial de la ocasión es empoderarlo; de esa forma, quizás se porte aún mejor y disfrute de algo distinto.
#7. Comensales vecinos. Así como es justo querer comer tranquilo, también hay que tener cierta tolerancia para los vecinos de mesa. Es natural que los chicos hablen en voz más alta o llamen la atención. Hay que entender que todos alguna vez hemos sido niños. Un poco de paciencia (con excepción de los casos de supina mala ecuación o desidia de los padres, donde el comensal podrá hacérselo notar al mozo o el maître). Como dice el viejo adagio, “los niños de hoy serán los adultos del mañana”.
¿Vas a comer a un restaurant con tus hijos?
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