“Que el mozo esto, que el mozo lo otro…”. Siempre se habla de las falencias del personal de servicio, pero… ¿qué sucede con los clientes? Nada más falso que el cliente tiene siempre la razón, porque no siempre la tiene y, tristemente, a veces no está a la altura de las circunstancias.
Por eso Cucinare presenta un breve protocolo para tener en cuenta a la hora de sentarse a la mesa de un restaurant.
#1. Saludo. De más está decir que uno tiene que saludar al personal con un “buen día, buenas tardes o buenas noches” y, en caso de que no venga, llamarle la atención con una seña; no se estila gritar “¡mozo!”, y menos aún chistar o chasquear los dedos, como si el sujeto fuera una mascota…
#2. Tratamiento. Si bien es cierto que las relaciones son hace rato más horizontales, si uno es joven y lo atiende un mozo/a con canas no está de más tratarlo de usted (y viceversa; hay mozos más jóvenes que cuando viene una pareja mayor les dice “¡Hola chicos, ¿Qué van a pedir?”, lo que según a quién le puede resultar simpático o irritante…).
#3. Paciencia. No enfurecerse si no hay mesa. Para algo están las reservas. En ocasiones, el salón está lleno de bote a bote y, si uno no hizo la previsión de reservar con anticipación, o espera, o sea va, pero no molesta con reproches ni con mala cara.
#4. Preguntas. Preguntar y dejarse aconsejar. El mozo es un profesional. Y preguntar no está de más. Cuando uno va a comer, no está rindiendo examen, sino que va a pasar un buen momento. Si no se conoce el menú, el mozo está para evacuar la duda, así como también para recomendar platos del día o fuera de carta.
#5. Vecinos. Obviamente, cada restaurant tiene un perfil, pero no hay que gritar o hablar demasiado alto en el salón, so pena de incomodar a los vecinos de mesa, ni tomar las llamadas del celular sin retirarse a un lugar discreto para conversar. Y si se va con niños, hay que cuidar de que no incomoden a las otras mesas.
#6. Higiene. Resulta evidente, pero mondarse con un palillo es inadmisible. Si resulta imprescindible hay que ir al baño, pero el salón del restaurant no es el sillón del odontólogo.
#7. Reclamos. Si uno pasa un mal momento por culpa del servicio, no puede trenzarse en una discusión con el mozo al que se le atribuye la falta. Se pide ver al maître, supervisor o responsable de salón.
#8. Fotos. Si uno es un foodie y quiere tomar la foto del salón, y ve que inevitablemente un tercero va a salir más o menos en primer plano, conviene pedir permiso; en ocasiones se pueden producir situaciones incómodas cuando se “escracha” a alguien involuntariamente.
#9. Propina. Dejar buena propina. A no ser que el servicio haya sido flojo, es de rigor dejar propina. De hecho, ésta resulta esencial para el personal del salón. En la Argentina se estila dejar un 10% cuando se paga en efectivo, pero si uno paga con tarjeta de crédito se puede subir un poco más.
#10. Partida. Cuando uno se retira, no está de más dejar la servilleta sobre el mantel de forma decorosa y acercar la silla a la mesa. Es un rasgo de mínima cortesía hacia el personal.
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