Chocotorta, el postre favorito de grandes y chicos
¿Qué se sabe de este ícono de la pastelería infantil? Opinan los que saben (aunque no siempre coinciden).
Es prácticamente infaltable en cualquier fiesta infantil. Pero a los adultos también les gusta la chocotorta, principalmente porque resucita al niño que uno lleva adentro. Claro: ¿quién no hizo en su infancia una torta a base a galletitas Chocolinas, queso crema y dulce de leche?
Es una las formas en la que los padres miran con aprobación los primeros intentos culinarios de los más chicos, sobre todo porque no hace falta emplear fuego ni filos, por lo tanto se trata un postre “seguro”, amén del enchastre que quedaba en la cocina, y además muy rico.
Para el periodista Oscar Finkelstein, autor de Según pasan los platos, en el capítulo llamado “Elogio de la chocotorta” afirma que su principal virtud es la simpleza. Sin embargo, no es un postre barato; en ese sentido el autor afirma que “la sencillísima receta, que convirtió en cocineros precoces a varias generaciones de niñas y niños argentinos, es, sin embargo, un postre bastante caro si se lo hace abundante. Por este motivo, y porque se puso de moda en los últimos tiempos, no es una opción económica a pesar de su origen casero, casi escolar”.
Según Isabel Vermal, maestra pastelera de Smeterling: “Es una preparación que tiene la capacidad de que cada uno pueda adueñarse de la chocotorta, de hacerla propia. Son apenas cuatro ingredientes (galletitas, dulce de leche, queso crema y leche, eventualmente), pero cada una la presenta como “su chocotorta”, porque la hace de manera diferente, con la galletita más o menos húmeda, embebida en Oporto, café o leche… A fin de cuentas es una torta que pertenece a todos los argentinos y a su vez es de cada uno”.
Pero no todos son elogios para este dulce. El periodista y experto en cine Javier Portafouz es un acérrimo enemigo: “(…) una torta no debería ser un rejunte de galletitas industriales; como decía Dalí en Los cornudos del viejo arte moderno, ‘lo mínimo que puede pedirse a una escultura es que no se mueva’. Sí, es cierto, la Chocotorta -la escribiría con minúscula pero no quiero provocar- es más que galletitas. También incluye esa oprobiosa degradación del dulce de leche con queso crema”.
“La idea de quitarle potencia, quitarle sabor, al dulce de leche con un lácteo grasoso e insípido. Ay. Pero bueno, gustos. Dicen, decimos, digo. Y digo también que el dulce de leche mezclado con queso crema más sustancioso, más denso y cocinado, genera un resultado más atractivo. Pero bueno, gustos”.
Y en otro pasaje atribuye su creación a un invento publicitario de la década de 1980, generado por Marité Mabragaña: ”El problema es que esa gracia menor, minúscula, se convirtió en un monstruo, en un Godzilla del dulce, en una riesgosa hegemonía”, afirma el periodista.
La otra cara de la moneda la constituye la opinión de Gustavo Giménez, hombre de Bagley, fabricante de las Chocolinas, quien dice que “el éxito de esta torta se explica porque -hay una cuota de argentinidad- en la preparación de la receta. Es decir, hacer chocotorta no es hacer una torta más, porque es sinónimo de cariño, de dedicación al otro, de compartir en familia y con los seres queridos, de unión. En el fondo esa parece ser la verdadera receta que no se pudo imitar en todos estos años”.
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