En estas horas más se llevan a cabo dos festividades que son como las dos caras de una moneda: el 31 de octubre Halloween, celebración pagana cuya función es la de espantar a los espíritus, y el 1° de noviembre el Día de Todos los Santos, cuyo fin es honrar los cementerios y en algunos casos alimentar a los muertos. ¿Alimentar a los muertos? ¿Es posible esto ultimo?
Sí, en muchas culturas se les da de comer. El antecedente más remoto del que se tenga memoria son los antiguos ritos indoeuropeos, en la noche de los tiempos. Así al menos lo afirma Foustel de Coulanges, en su trabajo La Ciudad Antigua, donde en algunas de estas antiguas culturas los vivos iban a las tumbas a dejar leche y miel. Porque se creía que en los infiernos, término que en su concepción original no tenía una concepción negativa, los muertos seguían viviendo bajo tierra. Posteriormente, dice el investigador, la leche y a miel se fueron reemplazando por otras libaciones, como pétalos de flores (¿eso no suena más familiar?).
Muchos saben que en las tumbas de los antiguos egipcios se dejaban ofrendas para el viaje al más allá, como pan, cerveza, carne, aves, ajo y cebolla, legumbres tales como garbanzos, habas, arvejas y lentejas, sin olvidar las verduras (coliflor, pepino, lechuga, puerro, o rábanos), las plantas acuáticas de las orillas del río (loto y papiros) y diversas frutas. El viaje al más allá era largo y el apetito mucho.
En México la vida y la muerte están unidas de forma indisoluble, al punto de que los días 2 de noviembre de cada año se festeja la unión entre ambos mundos. Esa jornada es costumbre que los familiares acudan al cementerio a ofrendar a los difuntos sus platos favoritos, como el pan de muerto, calaveras de azúcar, pozoles, tamales verdes, calabaza en tacha, mole negro y tequila.
Una costumbre muy extendida en Ucrania consiste en desayunar con los muertos al día siguiente de su entierro, costumbre precristiana, para no dejarlo solo mientras realiza el tránsito a la otra vida. “Se cubre la tumba con un paño tejido y se comen pan, embutido, huevos, pepinos en conserva y pasteles. La comida funeraria y el picnic se repiten esa misma fecha al año siguiente y con motivo del Provody (acompañamiento en el camino), el día de los difuntos (…)”, cuenta Tanja Crombach, de Culinaria Rusia.
Muchos cementerios tienen bancos alrededor de las tumbas donde en esa fecha se comen pierogui, pescado, jamón, huevos, hígado, chucrut, hongos y demás viandas, además de un vasito de horilka (vodka), para mantener viva la memoria del difunto.
¿Habías escuchado hablar de estas costumbres?
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