El tiempo es oro. Bien lo saben los ciudadanos/as de a pie que llegan a última hora a sus casas extenuados, con la idea de hacerse un rato de tiempo libre, ya sea para disfrutarlo solos o en compañía de sus familias.
Pero sucede que en el ínterin hay que preparar la comida, y eso, como cualquier gourmet sabe, lleva tiempo. Una de las soluciones que propone la industria de la alimentación son los congelados. Algunas son simplemente bolsas de verduras, como arvejas o espinacas, pero otros son a base de proteína animal ultraprocesada, como las famosas patitas de pollo.
¿De dónde salieron estos famosos bocados a base de ave? Parece ser que los mismos fueron creados en la década de 1950 por un tal Robert C. Baker, profesor de tecnología de los alimentos en la Universidad Cornell, que lo publicó como trabajo académico sin patente. Por un lado las llamadas “patitas” representan una solución rápida para llenar el buche, porque basta prender el horno y ponerlas en una bandeja durante unos pocos minutos. Y listo. Además a los chicos les encanta.
Pero hoy en día, con el acceso a la información que tiene el gran público, se sabe que muchos de estos bocaditos no son inocuos. El estudioso de la gastronomía Michel Pollan cuenta en su trabajo El dilema del omnívoro que los ingredientes que figuran en el folleto de una conocida casa de comidas rápida cuenta que para elaborar uno de estos bocados emplean 38 ingredientes… de los cuales “13 pueden derivar de maíz, como almidón de maíz modificado (para preparar la carne del pollo pulverizado), mono-, tri-, y diglicéridos (emulsionantes, que mantienen las grasas y el agua separadas), dextrosa, lecitina (otro emulsionante), caldo de pollo (para restaurar algunos de los sabores), harina de maíz y almidón de maíz amarillo modificada, almidón de maíz, manteca vegetal, aceite de maíz parcialmente hidrogenado y ácido cítrico como conservante (…), además de varios ingredientes sintéticos (…) que se forman en las refinerías de petróleo o plantas químicas”. A esto se agrega una cantidad de aditivos alimentarios de nombres impronunciables que su sola lectura disuade al comensal más audaz.
Pero lo curioso del caso es que estos bocaditos de pollo no son baratos; de hecho son bastante onerosos, como suele suceder con muchos de los productos congelados ultraprocesados que tientan al cliente escaso de tiempo.
Frente a esta situación, Cucinare consultó a Silvia Valdemoros, autoridad en cocina sostenible y saludable, que brindó una alternativa: “Lo ideal es conseguir pollo de campo, criado a maíz, o en su defecto una pechuga de pollo o patamuslo. Luego se procesa con un poco de sal, pimienta y alguna hierba. Después se lleva a moldes pequeños previamente aceitados (es ideal hacerlo con los chicos en casa, para que tomen contacto con el producto), y luego se empanan con huevo y pan rallado, por ejemplo, o con semillas. Finalmente se los lleva al freezer en congelación abierta, ya sea para darles más forma o comerlos más adelante. Evidentemente da más trabajo que un ultraprocesado pero es infinitamente más rico y más saludable”.
¿Qué opinas de las “patitas”?
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