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Vagón comedor: así se comía en los trenes en la Argentina

Historia apasionante de una costumbre gastronómica que se fue perdiendo con los años.

Hoy, en la era de los aviones y las rutas veloces, suena extraño que hasta no hace mucho tiempo la gente se desplazara en tren, ya sea por turismo o negocios, y se tomara el tiempo para comer a bordo, e incluso dormir. Porque el tren, en especial en la Argentina, era uno de los principales medios de transporte que unía la ciudad de Buenos Aires con casi todos los rincones de país.

Es que hace algunas décadas la gente pasaba en los trenes muchas horas y tenía necesidades que, como la alimentación, debían ser cubiertas. Para ellos las formaciones contaban con coches comedores, algunos extremadamente cómodos e incluso lujosos, que aún perduran en algunos ferrocarriles del mundo, como el Blue Train de Sudáfrica o el Orient Express, que unía París con Estambul, hoy convertidos en activos turísticos.

El ferrocarril nació en Inglaterra, lo cual es lógico siendo que ese país fue la punta de lanza del vapor y de la Primera Revolución Industrial, que tantos cambios trajo en cuanto a la producción, transporte y comunicaciones. Los primeros trenes eran precarios y hacían tramos cortos, pero conforme las vías férreas se fueron extendiendo, las horas de viaje también lo hicieron. En sus comienzos los pasajeros llevaban con ellos sus viandas, pero después en las estaciones se establecieron restaurantes, en un comienzo un tanto rústicos, y posteriormente más sofisticados, donde los pasajeros aprovechaban el reposte de la locomotora para hacerse de un tentempié.

Cuenta Miguel Krebs en su Historia del vagón comedor, que en los Estados Unidos fue George Pullman quien en 1867 fundó la Pullman Palace Car Company dedicada a equipar vagones de ferrocarril transformándolos en vagones dormitorio y comedores, pero como las compañías ferroviarias no querían invertir dinero en esas modificaciones, “Pullman les propuso alquilárselos y cobrar un suplemento que el pasajero pagaba en caso de tomar el servicio, de forma de recuperar la inversión inicial”.

Krebs también cuenta que un belga llamado George Nagelmakers, que conoció a Pullman, implementó un negocio similar en Europa cuando en 1876 fundó la Compagnie Internationale de Wagons-Lits, cuyo primer coche comedor comenzó a circular en 1879 en Inglaterra, uniendo el tramo entre Londres y Leeds.

Pero luego de un período de apogeo, done comer durante la belle époque a bordo de un tren era toda una experiencia, el desarrollo del automóvil y en especial del avión marcó el fin de la era de los trenes de larga distancia para pasajeros, y si bien hoy subsisten algunos ejemplares que conservan toda su grandeza, como el Darjeeling Express o el Transiberiano que reúne a gente de todo el mundo para vivir una experiencia, algo similar a lo que sucedió con los cruceros, que hoy son vehículos de placer y no medios de transporte.

¿Qué pasó en la Argentina? Según el material provisto por Lauro Denezio, curador y guía bilingüe del Museo Nacional Ferroviario, país no era ajeno a la movida, porque en la década de 1890 se colocó una cocina económica en el furgón de encomiendas y el guarda preparaba dos platos únicos: bifes con huevos fritos o salchichas de Oxford, además de huevos, pan, queso café y vino francés.

Con los años, el sistema se fue sofisticando y los ferrocarriles locales incorporaron vagones dormitorio y comedor, con cocinas que elaboraban propuestas más variadas. En la foto se ve un menú del año 1955 donde se servían platos como risotto a la Financiera a bordo del tren Libertador, que unía la estación de Retiro con la ciudad de Mendoza.

“Como personal amante de los trenes y personal del Museo Nacional Ferroviario, creo que sería maravilloso el retorno los ferrocarriles a varios pueblos del Interior, y se reactiven los servicios de larga distancia, como por ejemplo la conexión directa a Bariloche o el tren a Mendoza, y contar con un servicio de comedor, no te digo una alta cocina pero sí lo que había en la época de nuestros abuelos, donde uno se podía sentar en el vagón comedor a disfrutar del paisaje y contar con una propuesta culinaria decorosa. Además, entiendo que sería un buen activo para explotar nivel turístico”, afirma con entusiasmo Denezio.

¿Tuviste la oportunidad de comer en un coche comedor?

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