Ya a partir de los 18 meses, los niños buscan imitar a sus padres. Por eso, la cuarentena es un momento ideal para iniciar a los más pequeños en el placer de la cocina, porque aparte de aprender a distinguir alimentos y ver cómo se preparan las comidas, es un terreno fértil para desarrollar otras habilidades, desde la concentración hasta la motricidad fina. Este es el enfoque del método de enseñanza Montessori que perfectamente se puede aplicar a la cocina.
De acuerdo con la especialista francesa Audrey Zucchi, autora del libro Montessori para pequeñas manos, cocinar le gusta a los más chicos porque “es una actividad de la vida real, es un trabajo, no es un juego. Eso significa que se les brinda mucha confianza. Se les fija un objetivo a su alcance, y eso les encanta. Les gusta la cocina porque es una actividad sensorial y de manipulación. La inteligencia del cerebro se desarrolla a través del trabajo de la mano. Se tocan un montón de texturas diferentes, se siente y se prueba”.
Para la experta, la cocina ayuda a sumar vocabulario, aplicaciones matemáticas, fonología, a conocer mejor la naturaleza y el origen de los alimentos, como por ejemplo saber cómo crece un tomate o cómo se transforma una zanahoria en puré. Así como a desarrollar la motricidad fina, a fortalecer los músculos de las manos e impulsar la autonomía.
“Aplicar el método Montessori a una actividad significa adaptarla”, explica Zucchi. Eso significa mostrar cómo es todo el ambiente de trabajo, enunciar los objetivos, nombrar los utensilios, mostrar una vez, despacio y con gestos precisos lo que hay que hacer.
A partir de los 18 meses ya pueden los niños participar de este proceso creativo, como por ejemplo descascarando los huevos o pisando una banana. Luego, cuando son más grandes, se les puede dar tareas más sofisticadas como cortar alimentos, verter líquidos, cocinar alimentos, etc.
Las tareas que se les den dependen de sus competencias y personalidades. Por ejemplo, a un niño al que le gusta hacer actividad física, se le puede pedir que amase, mientras que uno que es más observador, se le puede pedir que coloque rodajas finas de manzana en una tarta, como si fuera un mandala. Pero para todo eso, hace falta que los utensilios sean del tamaño de sus manos, y que puedan pararse sobre una superficie donde se sientan cómodos para trabajar.
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