Rey del vodka: la historia del hombre que puso en el mapa a una bebida antes desconocida
Pyotr Smirnov, el hombre que era campesino y logró convertirse en un exitoso productor.
Hoy no existe barra del mundo donde al menos no se encuentre una botella de vodka, pero hubo un tiempo no muy lejano en que fuera de Rusia, Ucrania y Polonia era un producto completamente desconocido.
El nombre vodka es un diminutivo de la palabra eslava voda (agua), que vendría a ser algo así como “agüita”. Originalmente era una bebida campesina, sumamente ordinaria, hecha con trigo, maíz, papas o una combinación de los tres, casi siempre con una sola destilación y elevada graduación alcohólica.
Pero hubo un hombre que cambió la visión del producto y del negocio, un personaje fascinante llamado Pyotr Smirnov. Según cuenta la periodista e investigadora Linda Himelstein, Smirnov nació siendo siervo de la gleba, un campesino atado a la tierra que pertenecía a un señor, tal como lo retrata magistralmente Nikolai Gogol en Almas Muertas.
En una Rusia donde casi no existía la movilidad social, Smirnov, salido de la nada y en base a un trabajo arduo, logró hacerse de una posición en Moscú. Y, con el paso de los años, se erigió como uno de los productores de vodka más prestigiosos del país. ¿Cómo sucedió?
Luego de obtener su libertad, algo inusual para un siervo, se fue a Moscú donde con mucho esfuerzo logró abrir un pequeño comercio. Pero Pyotr era ambicioso y soñaba con abrir su propia destilería, cosa que terminó haciendo en un lugar llamado Ovchinnikovskaya Embankment, cerca del puente Chugunny, donde inicialmente trabajaron nueve empleados.
La fábrica inmediatamente comenzó a producir productos de calidad y se hizo de una buena clientela. En pocos años, en todas las tabernas de Moscú (donde había serios problemas de alcoholismo, tan bien descritos por Anton Chéjov en sus cuentos), se bebía casi exclusivamente vodka Smirnov.
Smirnov se alzó con numerosos premios y reconocimientos en las Ferias Internacionales y terminó siendo proveedor oficial de la casa imperial Romanov. Pero como dice el viejo adagio, “nada dura para siempre” y, luego de la Revolución Bolchevique, las fábricas de Smirnov fueron nacionalizadas. Afortunadamente el fundador no vio la debacle ya que murió en 1898, pero casi todos sus descendientes tuvieron que huir al extranjero, con suerte diversa.
¿Y cómo llegó a expandirse la fama del vodka fuera de los países del este? La primera avanzada fue gracias a los emigrados rusos de 1917, muchos de ellos refugiados en París, donde llevaron la costumbre de beber vodka y comer caviar. En los Estados Unidos, Vladimir, hijo de Pyotr, vendió la licencia de la marca a un comerciante de origen ruso, que intentó imponer el vodka en ese mercado, pero recién tuvo éxito gracias a un eslogan publicitario que lo promocionaba como “el whisky que no deja aliento a alcohol”, de forma que, luego de haber bebido, los hombres regresaban a sus hogares con menos chances de que sus mujeres se disgustasen.
Actualmente, la empresa no está en manos de la familia fundadora y, en vez de Smirnov se llama Smirnoff, se distribuye en 130 países y está valuada en 4.600 millones de dólares. Si Pyotr, el esforzado campesino viviera, se sentiría orgulloso de su legado.
¿Conocías la historia de Pyotr Smirnov?
Author: Cucinare
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