Son dos hermanas tailandesas, Suvisooth (Mimi) y Vissotha (Nikki) Lohitnavy, que se embarcaron en el fascinante desafío de producir vinos en un país tropical sin ninguna tradición vinícola. En la lejana provincia de Nakhon Ratchasima (noreste del país), su padre plantó el primer viñedo en 1999 sobre 16 hectáreas de suelo arcilloso y calcario. Y ellas tomaron la posta: Nikki se encarga del viñedo y Mimi del marketing.
Demasiado caluroso, húmedo y con sol, Tailandia nunca fue un destino soñado para elaborar vinos. Pero su familia se animó y ahora ya pueden presentar la primera etiqueta made in Thailand.
Entre las variedades que cultivan, hay tres tintas (Syrah, Cabernet Sauvignon y Garnacha) y dos blancas (Chenin Blanc y Viognier). Y cada año producen 10.000 botellas, provenientes de sus viñedos, que tienen que cuidar de la invasión de elefantes que llegan de un parque nacional vecino a comerse las uvas.
Nikki estudió enología en Australia y contó que muchos productores de distintas partes del mundo la visitan para aprender a elaborar vino en un clima tropical, ahora que el recalentamiento global está cambiando todo.
El desafío es realmente alto, en un país con temperaturas promedio de 40°C en la estación seca y enormes lluvias durante la estación de los monzones. Pero el resultado está a la vista y no es barato: cada botella llega a costar 30 dólares.
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