Se adaptaron a las reglas del juego pero no fue suficiente. Sus 83 años de historia no bastaron para amortiguar el impacto de un contexto de pandemia que si fue duro para el sector gastronómico, fue mucho más potente para los restaurants más tradicionales de Buenos Aires, acostumbrados a una dinámica alejada de formatos como el delivery y el take away.
Sinónimo de platos abundantes y clima híperporteño, Pippo se fundó en 1937 y cuatro años después ya se mudaría a su dirección histórica, Montevideo 341, a metros del cruce con la calle Sarmiento, desde donde se fue convirtiendo en un verdadero templo para artistas de la música, el teatro, el cine y la televisión.
Famosos y anónimos sucumbieron durante años a las pastas caseras, una selección de platos en los que había uno que se llevaba gran parte del fanatismo de la clientela: los súpervermicelli Pippo, con tuvo y pesto.
Más allá de las dificultades insuperables que significó la pandemia para el local, la empresa propietaria ya transitaba problemas financieros desde 2015, al punto que había pedido la quiebra. Sin embargo, logró sobrevivir hasta ahora.
Según informó BAE Negocios, son 25 los empleados que trabajan en el restaurant y que intentarán buscar una salida para mantener sus fuentes de trabajo.
Por otra parte, el local de la calle Paraná sigue funcionando y así lo ocupó de confirmarlo:
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