El yogur es un alimento que acompaña a los hombres desde el principio de los tiempos. Se cree que los productos lácteos se incorporaron a la dieta humana alrededor de 10.000 – 5.000 A.C, con la domesticación de animales productores de leche (vacas, ovejas y cabras, así como yaks, caballos, búfalos y camellos).
Es un producto lácteo fermentado que proporciona lactosa digerida y cepas bacterianas viables específicamente definidas, típicamente Streptococcus thermophilus y Lactobacillus bulgaricus, además de fuente de varios nutrientes esenciales que incluyen proteínas, calcio, potasio, fósforo y vitaminas B2 y B12.
El yogur tuvo éxito comercial cuando Isaac Carasso, sefardí nacido en Salónica y estableció en Barcelona, comenzó a producir yogur al que llamó Danone en homenaje a Daniel, uno de sus hijos. Después de huir de la ocupación nazi, Daniel Carasso, amplió el negocio en forma exponencial; en sus comienzos ayudó a la difusión que la Casa Real Española se volviera aficionada al producto.
Pero el problema es que hoy el yogur, que solía elaborarse en las casas, suele ser un producto industrial, anónimo. Incluso hay algunos símil yogur que directamente son suero con colorante. Las góndolas locales rara vez ofrecen yogur de buena calidad, con excepción de los productos artesanales de Familia Badoit o La Choza, entre otras pocas marcas.
Sin embargo, hay casos que afortunadamente van al otro extremo, como es el caso de una granja del estado de Nueva York, lindera con Vermont, llamada Berle Farm. Allí se elabora una edición limitada de yogures artesanales de temporada, disponibles sólo desde comienzos de la primavera hasta finales del otoño. Se trata de un producto especial, de estilo europeo, suave, cremoso y de sabor ligero. Es que un yogurt de estas características sólo se logra con la leche de verano.
Pero lo más llamativo del caso es en el flanco de los frasquitos de vidrio en los que se envasa el producto, figura una hilera con el nombre de las vacas que fueron ordeñadas en su elaboración. Sí, es insólito, pero si uno toma el envase y mira al costado, va a encontrarse con nombres como Myrtle, Letty, Root, Irma, Fanny, Julia, Verónica, Padma, Lucy, Quiet o Tiffany.
¿Estrategia de marketing? Sin duda, y muy inteligente para explotar un producto muy trazable, pero además con un aura simpática que ayuda a fidelizar al cliente. Otra característica de Berle Farm es que los nombres de cada parición vacuna son temáticos, es decir, que cada año eligen un tema sobre el cual versarán los nombre elegidos para los terneros recién nacidos.
¿Te gustaría probar este producto?
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