La gastronomía se debate entre la asfixia y la esperanza. A la desazón provocada por el covid, se mechan algunos brotes verdes, que van desde emprendimientos novedosos, deliveries y coworking, a audaces reaperturas de emprendedores que salen cuando ya se ha tocado fondo. Es el caso de Montecarlo.
Este café notable de la ciudad de Buenos Aires fue otra de las víctimas de la pandemia, ya que cerró sus puertas en agosto de 2020. Amén del drama de una fuente de trabajo que se pierde se le suma la rancia estirpe del lugar, que data del año 1922, local prácticamente centenario sito en Paraguay esquina Ravignani, en el barrio porteño de Palermo.
Al viejo Montecarlo, historia es lo que le sobra. Por la cercanía al hipódromo, los petiseros ataban sus caballos en la puerta. Además, era el café favorito del Che Guevara en sus tiempos de estudiante. Más cercano en el tiempo, era frecuentado por celebridades como Facundo Arana, Dady Brieva, Jorge Lanata y Jorge Fernández Díaz. Tenía detalles en machimbre, piso damero y ventanas de guillotina, además de un gran ventanal que da a una esquina cubierta de enredaderas, un auténtico oasis urbano.
Gerardo Lorenzo, el antiguo propietario, era un artista que trató de capear la crisis hasta donde pudo, pero las deudas impositivas y la escasa ayuda del gobierno asfixiaron la operatoria del negocio, y con mucho dolor se vio obligado a bajar la persiana.
Sin embargo, luego de casi un año cerrado, Montecarlo reabrirá sus puertas el próximo 25 de mayo, con una nueva propietaria que no es ajena al negocio gastronómico.
Se trata de Paula Comparatore, propietaria de El Federal del Bajo Retiro, que apuesta todo a su naciente proyecto: “El nuevo Montecarlo va a quedar igual, pero más lindo. Queremos conservarlo y preservarlo porque es una joya, solo hay que embellecerlo y mejorarle la propuesta gastronómica. Haremos una gran cocina a la vista, vamos a poner la barra donde estaba cuando abrió en 1922, estará el horno de barro y un pequeño mercadito de alimentos, productos envasados al vacío y delicatesen. Queremos volver a poner las glicinas y queremos que la ciudad nos ponga glorietas como hizo en algunos barrios como Boedo”, adelanta la flamante dueña al diario BAE.
Es de esperar que puedan pasar el invierno sin mayores sobresaltos y se sume con éxito a la fila de establecimientos valiosos resucitados, que como La Giralda, aportan valor cultural, patrimonial y arquitectónico a la ciudad de Buenos Aires.
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