Cuando las temperaturas mínimas llegan a un dígito, en otras situaciones sería esperable que, en materia de café, coctelería y restauración, las veredas estén vacías y toda la actividad se desarrolle intramuros.
Pero como todo el mundo sabe, al menos por ahora, el aforo de los salones está restringido, sobre todo en las zonas donde la situación epidemieológica sigue complicada.
Ciertamente, es un gran problema para el grueso de la gastronomía, aunque algunos empresarios y cocineros lograron revitalizar sus espacios al aire libre, a base de ingenio y sacándole el último centavo a sus ya magras billeteras.
Era de esperar que, con los días cortos y la llegada de los primeros fríos, el covid y la restricción horaria, los habitantes de las grandes ciudades, sobre todo Buenos Aires, se replegaran en sus casas.
Sin embargo, es mucha la gente que quiere salir y sentarse a la vera de la calle, bien abrigada, y con la mejor disposición a pasar un rato agradable. Habrá que ver qué sucede cuando llegue el invierno, pero los clientes parecen suscribir la máxima que dice: “Al mal tiempo, buena cara”.
Por ejemplo, en las avenidas anchas, donde pega el sol buena parte del día, se ve más movimiento. Un ejemplo es el Boulevard Caseros, en la zona de San Telmo. Lo mismo sucede en el lado oriental de Puerto Madero, donde hay luz hasta el atardecer. También en Recoleta se ven veredas que además de la mentada calefacción, cuentan con ruanas y sillas tapizadas con pieles de cordero, incluso tuneadas con el color del boliche en cuestión.
Cucinare conversó al respecto con tres restauradores, quien compartieron su opinión acerca de la relación de la clientela con el clima y las salidas. Pedro Bello, propietario de Del Toro Burgers, que cuenta con una senda explanada bajo la torre WeWork, afirma que “la gente le está poniendo onda y sale. Todavía acompaña el clima. No llegó el frío. Pero igual sigue habiendo mucha diferencia entre el centro de la ciudad y los barrios. El centro sigue muy golpeado”.
Por su parte, Aldo Graziani, propietario de Aldo’s, dice que “el porteño está mucho más ‘bancador’ del frío, si se puede decir de esa manera. También estamos tomando medidas para paliar el clima, y calefaccionamos los exteriores lo mejor que podemos, de forma que esté más agradable. La gente le pone onda y tengo la esperanza de que más adelante quede el concepto de que el día es una buena alternativa para salir, para estar afuera, tal como sucede en muchas partes del mundo, que están afuera a pesar del frío, incluso en climas más duros que el nuestro”.
Gustavo Cano, propietario de Dambleé Brasserie, cuenta que “con el frío bajó el trabajo en vereda. Armé un deck y le estoy poniendo un toldo con unos acrílicos y estufas halógenas, pero están demorados en la instalación, agregado que representa una inversión importante. El frío hizo que haya menos público. Si abro el salón mañana, no sé si se va a sentar el público allí; quizás en los lugares lindos como Palermo, Libertador… podría ser. Pero la vereda es como la ventana de un kiosco, pero no se puede mantener la estructura de un restaurant como el mío sólo con eso”.
En pocos días anunciaremos todos los nominados, con los mejores representantes de la gastronomía argentina.
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