Un estudio realizado por la Universidad Estatal de Michigan, Estados Unidos, confirmó lo que ya se sabe: que, a mayor estrés, mayor son las ganas de consumir alimentos ricos en grasas para “recompensar” al cerebro. En definitiva, situaciones estresantes se vinculan con una ingesta mayor de comida chatarra.
Y, si se tiene en cuenta que la pandemia de coronavirus, con su carga de incertidumbre y angustia disparó los niveles de estrés en todo el mundo, los fabricantes de estos productos están de parabienes.
Sin embargo, el final de la pandemia comienza a vislumbrarse, sobre todo en los países más desarrollados, donde las campañas de vacunación están más avanzadas. Por lo que el estudio también sostiene que el nivel de consumo de la comida chatarra va a disminuir cuando caigan las actuales curvas de estrés en la población general, lo que va a suceder con el fin de la crisis sanitaria, económica y social actual.
El estudio fue realizado con madres de niños pequeños con sobrepeso y bajos recursos económicos. Y sus resultados confirmaron que, en cuanto se reducían los niveles de estrés, su ingesta de estos alimentos calóricos también bajaba.
Por eso, para ayudarlas a gestionar mejor sus angustias y ansiedades, la recomendación del estudio era mejorar la gestión del tiempo y de las prioridades, a la par de recomendaciones para impulsar una alimentación más saludable y una mayor actividad física.
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