En materia de restaurants a puertas cerradas y speakeasy, se ha visto mucho en los últimos años: desde bares ocultos en florerías, restaurantes debajo de una lavandería y tintorerías devenidas en omakase.
Pero la última excentricidad en la materia es Frevo, restaurant clandestino del Greenwich Village, en Nueva York. El nombre viene de un vocablo portugués que significa “hervir”, y se encuentra en la West 8th Street, dentro de una pequeña galería de arte.
Nada indica que allí puede haber un local de restauración, pero una vez que uno ingresa a la galería, una de las pinturas se abre y revela una entrada secreta que invita a aquellos que previamente hayan reservado, a sentarse sigilosamente en uno de los catorce taburetes de una barra.
“Bernardo Silva, que es mi socio comercial y yo, soñamos con abrir un restaurant en Nueva York desde que éramos más jóvenes”, dice el chef Franco Sampogna, nacido en Brasil. Silva conoció a Sampogna mientras trabajaba en un restaurant en Francia. “Cuando encontramos este espacio, era más grande de lo planeado inicialmente. Fue entonces cuando a Bernardo se le ocurrió la idea de usar casi un 30% del espacio como una galería de arte, usando una de las obras de arte como puerta de entrada al restaurant”.
Y agregó: “Desaparecer detrás de la pintura, y entrar en un restaurant oculto, con una cálida iluminación, es pura magia. Es el tipo de emoción que a menudo se encuentra sólo en las películas y novelas de ficción”.
Todo está cuidado hasta el último detalle; por ejemplo, los cubiertos y vasos están hechos a pedido. Otro detalle es que la cocina es abierta, lo que fomenta la interacción y camaradería entre los comensales, cocineros y camareros.
El menú cambia cada estación, pero actualmente la velada comienza con una la copa de champagne de bienvenida para acompañar un arancini relleno de alcaucil con trufa y parmesano.
Después le sigue un menú de seis pasos maridados, con platos como espárragos a la parrilla con una crema de pistacho y espuma de coco; ceviche de gambas con huevas de salmón y una cucharada de helado de palta; langosta de Maine al curry bretón acompañada de arvejas y algas; calamares a la parrilla con salsa de coliflor y manteca ahumada; y un steak añejado dry aged de 45 días, con una pizca de ajo negro y doenjang.
El postre es una bebida refrescante de frutillas silvestres, ruibarbo e hibiscus. ¿Cuál es el precio del menú? 135 dólares.
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