Las consecuencias del triunfo de los talibanes en Afganistán son sobradamente conocidas. Pero hay un rubro que también está sufriendo el arribo del fundamentalismo, y es la gastronomía. Es que muchos cafés y locales de comida que causaron furor en los años posteriores a la invasión estadounidense de Afganistán, están en jaque.
Cuenta el periodista y escritor Modaser Islami, que se encuentra viviendo en Afganistán, que en 2001, la ciudad vieja de Kabul y su principal área comercial, Shahr-e-Naw, albergaba solo un puñado de restaurants.
“Para los habitantes de Kabul, casi no había lugar fuera de sus casas para socializar o reunirse con amigos. Pero con la ocupación militar estadounidense de Afganistán en 2001, llegaron muchas organizaciones internacionales, incluidas agencias de ayuda y grupos de derechos humanos, que establecieron sus oficinas, contrataron al personal local y les pagaron salarios en dólares”, cuenta el profesional.
La repentina entrada de dinero e inversiones sacó a miles de personas de la pobreza y creó una economía decente de clase media en toda la ciudad. En los años siguientes, la faz de Kabul, una metrópoli de más de 1.000 kilómetros cuadrados rodeada de colinas bajas, cambió para siempre.
La demanda de cafés y restaurants elegantes se multiplicó y, a mediados de la década de 2010, el barrio de Shahr-e-Naw estaba lleno de energía joven, con más de una docena de cafés en un tramo de 1.000 metros de largo frecuentados por la juventud de la ciudad. La cultura del café se extendió por toda la ciudad, con cientos de restaurantes, casas de té y restaurantes abiertos durante la última década.
Los afganos encontraron algo de consuelo en ellos, a pesar de la agitación política y la inseguridad. De hecho, la juventud urbana frecuentaba estos espacios para socializar y reunirse con familiares y amigos.
Pero con la toma de poder de los talibanes, toda esta industria languideció y su futuro es incierto, ya que el miedo a los talibanes disuade a muchas personas, especialmente a las mujeres, a concurrir a esos lugares.
El dueño de una de las cafeterías más modernas de Kabul de estilo occidental dijo que antes de la llegada de los talibanes, su negocio que atraía alrededor de 1.600 clientes por día, mientras que actualmente apenas llegan a 200. Es que además de la delicada situación económica, las mujeres trabajadoras que se reunían regularmente en esos cafés y restaurantes para tomar una taza de café con tortas, ahora permanecen en su mayoría en casa.
De hecho, si los cafés continúan funcionando, es posible que tengan que organizar lugares separados para hombres y mujeres. Una de las pocas restauradoras que hay en Kabul afirmó que “en las dos primeras semanas (de la toma de posesión de los talibanes), no hubo un solo visitante en mi café. Y es probable que, de seguir así, se vea obligada a cerrar en el corto plazo”.
En pocos días anunciaremos todos los nominados, con los mejores representantes de la gastronomía argentina.
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