Qué duda cabe que para hacer una revolución hay que tener sobrada energía, tanto material como espiritual. Y la cocina es un requisito indispensable si se quiere derribar a un gobierno por las armas. A fin de cuentas, Napoleón decía que un ejército avanza sobre su estómago…
En el caso de la Revolución Cubana, un historiador de nombre Tony Perrottet, escribió un libro llamado Cuba Libre!, donde analizó concienzudamente la correspondencia de los guerrilleros de Sierra Maestra que acabaron con el régimen de Fulgencio Batista. Y sacó interesantes conclusiones.
Una de ellas es que la espina dorsal de la alimentación de estas jóvenes huestes era a base de taro o plátano verde hervido, machacados en forma de puré, en el mejor de los casos aderezados de manteca y sal, papilla infame que muchos de los guerrilleros, de origen social acomodado, rechazaban.
Parece que ser que don Raúl Castro, el hermano de Fidel salteaba una salchicha tipo Franfurkt en trozos, junto a tres cucharadas de miel, unas gotas de limón y un golpe de ron Bacardi, algo a lo que llamaba “la salchicha de los guerrilleros”.
Otro de los hitos culinarios del trabajo es cuando el Che intentó hacer un asado con una vaca comprada a un campesino: aparentemente, el argentino quiso realizar un asado a la cruz, pero resultó un auténtico fracaso, pero eso no impidió que la famélica tropa, que también incluía enlatados en su dieta, coma el improvisado asado.
Pero lo más sorprendente es un fragmento de la carta de un combatiente, donde comparte una receta singular: “Atrapa una boa de tres metros, luego corta la cabeza de la serpiente a diez centímetros del cuello. Cuélgala de una rama para drenar la sangre, luego retirar la piel y las tripas. Los trozos de quince centímetros se pueden asar en palitos como malvaviscos o empanizados y fritos”.
Hablando de Fidel y sus aficiones gastronómicas, poco tiempo después de asumir el poder supo tener su propio cocinero, que también fue hombre de armas. Se trataba de un vasco llamado Pedro Baigorri, que llegó a trabajar en un prestigioso restaurant parisino, pero que terminó sus días como revolucionario en Colombia, país donde fue muerto en combate, durante una emboscada.
¿Cómo termina la historia? Es sabido que una vez en el poder, Fidel abandonó el plátano de Sierra Maestra y se transformó en un consumado sibarita, amante de los helados y los buenos cigarros.
En pocos días anunciaremos todos los nominados, con los mejores representantes de la gastronomía argentina.
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