Todos los argentinos que viajan a Orlando, Estados Unidos, van hasta esa ciudad del Estado de la Florida con un único objetivo: visitar los parques de Disney. Nadie en su sano juicio se desviaría para conocer a Rob Greenfield, un estadounidense que se está haciendo famoso por ser todo lo contrario a los célebres parques de diversiones: el anti consumismo, llevado a la alimentación.
Porque este hombre ya lleva un año sin comprar comida en ningún supermercado ni almacén. Todo lo que come lo cultiva en los jardines de sus vecinos, con quienes comparte lo producido.
Por ahora, este enemigo público número uno de la industria alimenticia no es peligroso porque no logra expandir su discurso, pero si más gente lo imitara, podría provocar una verdadera revolución gastronómica.
“La mayoría de la gente cree que vivo en una granja en medio del campo, pero en realidad vivo a pocos minutos del centro de Orlando. Cuando llegué a esta ciudad no poseía ninguna tierra, por lo que para poder cultivar mi comida les pedí a los vecinos que me dejasen sus jardines y, a cambio, yo compartía los alimentos con ellos. Creo en la filosofía ‘cultivar alimentos, no céspedes'”, explica en una entrevista con The Guardian.
Sobre sus inicios al llegar a la ciudad, cuando tuvo que buscar alojamiento, cuenta: “Después de una breve búsqueda, encontré a Lisa, una mujer de 60 años con el sueño de vivir de manera más sostenible. Construí una pequeña casa en su patio trasero y, a cambio, convertí todo su patio delantero en un jardín en el que cultivé sus productos frescos. Juntos logramos satisfacer las necesidades básicas de cada uno a través de un intercambio, en lugar de usar dinero”.
El joven, de 33 años, contó también que antes llevaba una vida típicamente consumista. “Nunca pensé de dónde venía mi comida hasta que, al ver documentales y leer, desperté y me di cuenta de que estaba consumiendo el planeta que amaba con cada bocado que tomaba“, argumenta.
Lo que logró es asombroso: Greenfield cultiva 100 especies diferentes, desde batatas, papayas, bananas, calabazas, zanahorias, porotos, remolachas, morrones, hierbas aromáticas, hasta incluso crió abejas para tener miel, y recogió “la sal marina del océano”, aparte de pescar variedades de peces que abundan en la Florida.
Pero esto no es todo. “También he cultivado mis propias medicinas y vitaminas, incluyendo cúrcuma y jengibre, bayas de saúco para hacer jarabe de saúco que previenen resfriados y gripe y hongos ‘reishi’. La moringa seca y en polvo, también conocida como árbol de vitaminas, era mi multivitamínico cuando viajé”, recuerda. Y finalizó diciendo: “He comido la dieta más saludable de mi vida. Termino el año con el mismo peso que cuando comencé y no me he puesto enfermo. He confiado en la naturaleza y ha valido la pena”, comenta.
Los declaró ilegales porque los productos no pueden ser identificados como elaborados en lugares habilitados.
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