No es fácil gerenciar un negocio gastronómico; el personal, las regulaciones, las exigencias de los clientes, las avivadas de los proveedores y los hurtos ocasionales, pequeños o grandes.
Eso, sumado a la pandemia, crea un cóctel difícil de sobrellevar.
Pero el colmo se dio durante el feriado de Año Nuevo, cuando una vecina se llevó el retoño de jazmín que estaba plantado en la puerta de Urondo Bar, en el barrio porteño de Parque Chacabuco.
El restaurant tiene un cantero en la vereda, donde crecía un estupendo y florido jazmín; se ve que su atractivo aroma impulsó a una vecina a llevarse la planta.
Una cámara de seguridad capturó a la señora in fraganti, estaba acompañada de dos perritos, impágenes que el restaurant decidió compartir en su cuenta de Instagram.
El repudio de los usuarios, algunos más o menos serios y otros en sorna, fue unánime.
¿Es este un hecho extraño? Contra lo que uno pueda pensar, los ladrones de flores existen en el otro extremo del hemisferio sur.
Según la Oficina de Estadísticas de Australia, un 2,7% de los 9 millones de hogares australianos sufrió pequeños hurtos que incluyen plantas de jardín.
Para los que no conocen Urondo Bar, a partir del 4 de enero reabrirá sus puertas al público en general.
El principal activo de esta esquina es su cocina de producto, fresco y de estación, con el acento puesto en la trazabilidad de los mismos.
Los panes caseros, así como el yougur, son imperdibles.
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