Se sabe que Honoré de Balzac, uno de los más grandes escritores galos, tomaba 50 tazas diarias de café.
Según él, despertaba la creatividad del literaro, pero según los cánones actuales, sería un auténtico adicto.
Esto va en consonancia con un estudio reciente, que demostró que cuando las personas toman su café negro, solo, más que sabor lo que buscan es la cafeína.
La investigación fue dirigida por Marilyn Cornelis, profesora asociada de Medicina Preventiva de la Universidad de Northwestern, y publicada en Nature’s Scientific Reports.
Según los datos, las preferencias gustativas probablemente eran las culpables de que los bebedores de café negro renunciaran a la leche y el azúcar.
Pero en cambio, la sensibilidad de una persona a la cafeína, específicamente aquellos que metabolizan la cafeína más rápido, resultó estar más fuertemente asociada con sus preferencias de café.
Esto quiere decir que el deseo de algunas personas por la cafeína puede ser mayor que su disgusto por los sabores amargos.
Cornelis y su equipo descubrieron que una variante genética puede contribuir a que algunas personas disfruten de numerosas tazas de café al día, mientras que otras no.
Estas personas, señala la investigación, tienen un gen que metaboliza la cafeína más rápido, por lo que los efectos estimulantes del café desaparecen en menor tiempo y necesitan beber más.
Aún así, el sabor jugó un papel importante, pero por razones diferentes a las que los investigadores inicialmente esperaban.
“Nuestra interpretación es que este segmento equipara la amargura natural de la cafeína con un efecto de psicoestimulación”, dijo Cornelis a CNN.
“Aprenden a asociar la amargura con la cafeína y con el impulso que sienten; estamos viendo un efecto aprendido”, aseguró la investigadora.
Cornelis afirma que eso es cierto para otros alimentos amargos con cafeína como el té y el chocolate.
“Cuando piensan en la cafeína, piensan en un sabor amargo, por lo que también disfrutan del chocolate negro”, continuó.
“Es posible que estas personas sean muy sensibles a los efectos de la cafeína y también tengan ese comportamiento aprendido con otros alimentos amargos”, argumentó.
En cuanto a cómo se puede utilizar esta investigación en el futuro, la conclusión del artículo establece: “Esta aparente alteración de una aversión innata al sabor amargo y su correlación genética con las preferencias del café, tiene importancia para el desarrollo de alimentos y bebidas”, lo que se podría traducirse como que no importa el sabor de una bebida en tanto agregue estimulantes que alteran la mente.
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