Tupinambo, topinambur, alcachofa de Jerusalén… todos estos nombres describen al mismo tubérculo pariente de la papa, el boniato y la batata, pero que se consume muy poco en la Argentina.
Esta es una de las especies más antiguas del continente y su comercialización quedó en desuso en beneficio de sus parientes más famosos. Pero, de a poco, el tupinambo está haciendo un regreso con fuerza, de la mano de sus múltiples propiedades, empezando por sus beneficios para la flora intestinal.
Al igual que la papa, en Europa se hizo conocido cuando un grupo de expedicionarios lo llevó de vuelta al Viejo Continente, presentándolo en sociedad en 1613 en París. Si bien allí también perdió lugar frente a la irresistible competencia de la papa, la escasez de alimentos tras la Segunda Guerra Mundial le volvió a dar una nueva vida. Y ahora, como el Ave Fénix, vuelve a renacer para placer de los chefs y foodies.
A la vista, su piel se parece a la del jengibre, su carne es blanca como la de la papa y tiene un sabor ligeramente dulce, que recuerda a los espárragos y el boniato.
El tupinambo tiene un 80% de agua, por lo que es muy útil para las dietas para adelgazar y eliminar toxinas. Además, su aporte calórico es escaso, de 27 kcal por cada 100 gramos.
También posee una buena dosis de minerales (hierro, potasio, calcio), es bajo en sodio y alto en vitaminas C y del grupo B. Por otra parte, presenta un contenido de carbohidratos del 15% y no posee almidón.
Además, según un estudio publicado en “The Journal of Nutrition” de la Academia de Oxford, lo que la diferencia de la mayoría de las fibras dietéticas es que “su fermentación colónica es selectiva, lo que provoca cambios significativos en la composición de la microflora intestinal, creando un mayor número de bacterias beneficiosas y menor número de bacterias potencialmente dañinas”.
En la cocina hay que tener presente que el tupinambo tiene una piel más fina y delicada, por lo que se deteriora más fácilmente que otros tubérculos. Se lo puede consumir crudo, como ingrediente de ensaladas, o acompañamiento de salsas. Pero también sirve para preparar purés, cremas, gratinados y sopas, porque su temporada es el otoño e invierno.
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