Hace unas semanas, la cocinera Narda Lepes declaró: “Mi objetivo hoy es que todos comamos mucha menos carne, mucha menos harina y mucha menos azúcar”.
Rápidamente, hordas de argentinos saltaron indignados como si se hubiera mancillado al mismísimo Martín Fierro.
¿Cómo se atreve esa señora a decir que tenemos que comer menos carne si el asado es un derecho constitucional?
Y ni que hablar de las harinas que son un legado con el que no se jode, la pasta del domingo es una tradición inapelable y además, con qué se supone que vamos a acompañar el mate, ¿galletas de arroz?
Pero la verdad es que despojados de la indignación inicial, las palabras de Narda son casi de sentido común.
Decir que una dieta balanceada donde conviva la proteína animal en todas sus formas (carnes rojas, blancas o derivados) con verduras, frutas, legumbres y cereales no debería escandalizar a nadie.
Tal vez el verdadero motivo del enojo fue que Narda Lepes nos haya dicho algo que ya sabemos y no hacemos, como el que sabe que tiene que dejar de fumar y no puede.
Carnes y harinas son, sin duda, dos elementos troncales de nuestra alimentación, pero se perciben vientos de cambio con las nuevas generaciones.
¿Cuántos de nosotros hubiéramos recibido un “déjate de joder y comé lo que hay en la mesa que esto no es un hotel” si hubiéramos esbozado la idea de dejar de comer carnes?
Según un informe de la Cámara de la Industria y el Comercio de Carnes y Derivados de la República Argentina (CICCRA), el consumo de carne vacuna fue de 47,3 kilos per cápita durante febrero de 2022, un 3,5% menos que el mismo mes de 2021 (1,7 kilos).
Desde 2008 a la fecha, la caída del consumo suma un 30%, alcanzando el pico más bajo desde 1920.
Aún así, crisis económicas mediante, Argentina sigue siendo el país con mayor consumo per cápita de carne vacuna del mundo, seguido por Uruguay, Estados Unidos y Brasil.
“Argentina es un país agrícola ganadero, con lo cual culturalmente estamos acostumbrados a consumir mucho más carne que el promedio de la población mundial”, explica la nutricionista Gretel López Segura.
La especialista señala que la diversidad es vital, “tendríamos que consumir más pescado, más fibra y menos harinas refinadas; las poblaciones que consumen menos carne animal, y por ende menos colesterol y menos grasas saturadas, tienen una mayor longevidad o mayor calidad de vida”.
Otro punto importante que debe entrar en el debate es la calidad de los alimentos y la posibilidad de acceder a ellos.
Sin dejar de lado la educación: para poder preparar y consumir otros alimentos hay que no solo tener acceso a ellos sino también saber cómo prepararlos.
“Me parece que el problema es la mala calidad de la alimentación y, por otra parte, la abundancia de alimentación en algunos sectores y la desnutrición, hambre y la mortandad por malnutrición en otros, es un problema de logística y de repartición”, opina Juan Barcos, chef, productor y creador de la Escuela de Oficios de la Carne, carrera que se dicta en la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UBA.
“El debate debe incluir cómo se produce el alimento, cómo se transforma, se consume y también quiénes tienen acceso”, agrega Barcos.
Menos indignación y más conciencia para desarrollar nuevos hábitos alimentarios que nos permitan vivir una vida mejor, porque en definitiva de eso se trata.
Este plato puede tener buenas versiones con este tipo de carnes más económicas.
El parmesano de Quesos Migue se llevó la medalla de oro en los World Cheese…
Mercado Fusión se desarrollará el 23 y 24 de noviembre en la plaza de las…
El local del barrio porteño de Chacarita recibe a su público este viernes 22 de…
Los declaró ilegales porque los productos no pueden ser identificados como elaborados en lugares habilitados.
Saúl Lencina llega a Buenos Aires para ofrecer sus platos el próximo 6 de diciembre…