¿Qué es caro y qué es razonable en gastronomía? Es un tema que por remanido, no deja de ser actual.
En estos días, Hernán Calliari, manager del Gran Bar Danzón, compartió una historia de Instagram de un usuario que se queja del precio de un plato y reabrió el debate.
“Fuimos a La Alacena Trattoria. El plato, riquísimo; hace mucho tiempo que no comía una pasta tan rica, pero poco abundante para el precio”, decía el texto de la foto tomada en el excelente local de la cocinera Juliera Oriolo.
Calliari, gastronómico de profesión, no dudó en dar su postura sobre ese tipo de comentarios, que abundan en redes sociales.
“¡2022 y sigue existiendo gente que cree que el precio del plato está dado sólo por los ingredientes y cantidad que servimos!”, lanzó.
El posteo provocó opiniones encontradas entre quiénes coinciden con el Calliari y quienes no lo encuentran conducente:
–“¿Tenés explicación para cobrar arriba de mil pesos una pizza de muzzarella?“.
–“Siempre hay gente que no sabe cuánto sale comer afuera, espera precio de rotisería y se asusta o se enoja con los precios. Si tenés mayoría (80%) de comentarios positivos listo, no te hagas un problema”.
¿Quién tiene razón? Para hacerse un cuadro de situación acerca del precio final de un plato y justicia del mismo, conviene entender los siguientes postulados.
#. Los ingredientes. Siguiendo el tuit, si bien un plato de pasta se compone, esencialmente, de agua y harina, atrás del plato hay otras variables que inciden en el precio final.
#. El lugar. No es lo mismo comer un plato de spaghetti alla arrabiata en una cantina de Almagro que en el restaurante Marcelo de Puerto Madero. Este último tiene el adicional de la locación, la infraestructura y la vista.
#. La brigada. Lo mismo se aplica a la pericia del cocinero. Difícilmente tenga el mismo precio un plato de ravioles de espinaca preparado por el equipo de Donato de Santis que si uno lo come en una ignota trattoria.
#. Las porciones. Respecto del tamaño de las porciones, en los restaurantes italianos, y en varios de los de alta gama, no se sirven porciones grandes en materia de pasta; la pasta es un paso más, previo a la carne o al pescado, por eso no se apersonan porciones descomunales tal como nos tiene acostumbrados la cocina ítaloargentina.
#. El servicio. Otra variable a tener en consideración es el servicio, ya que emplear a un camarero experimentado en un restaurant de alta gama, tampoco se equipara a contar con un junior sin experiencia alguna y que trabaja en negro.
#. La demanda. No es lo mismo tener un restaurante donde uno tiene lista de espera que otro que ruega que le caigan clientes. Por una cuestión lógica, el primer podría darse el lujo de tarifar un poco más elevado.
Estos costos, que aparentemente pasan ocultos a los ojos de muchos clientes, son los que marcan la diferencia en el precio final del plato.
Para algunos resulta claro y no requiere de mayor explicación, mientras que otros se rasgan las vestiduras a la hora de la cuenta.
Para evitar estas situaciones incómodas, la solución es muy simple: se puede hacer una investigación ligera en la web antes de ir a comer, ya que todos los establecimientos tienen referenciados tanto los precios como las experiencias de otros comensales.
Finalmente, hay razones económicas que inciden en los precios de un restaurante.
La oferta en un restaurant se define por las reglas del mercado: cada uno puede cobrar lo que quiera; sólo tiene que encontrar un público dispuesto a pagar el precio.
Y si la propuesta resulta un fraude, la realidad se encargará de sacarlo del negocio.
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