La ruta del churro: 5 lugares imprescindibles para probarlo
Fábricas tradicionales o churrerías que reinventan la masa frita con combinaciones de rellenos nuevos, incluso salados. Una selección para todos los gustos.
Por Mariano Jasovich
Son toda una tradición de las costa bonaerense. Cuando empieza a caer la tarde y a soplar viento del mar, se comparte una docena de churros con mate, mientras hay que calzarse un buzo para bancar la parada.
Pero al igual que los alfajores marplatenses, esta masa frita, muchas veces rellena, ya forma parte de la oferta gastronómica porteña.
Los churros llegaron a Argentina para la época de la colonia, traídos desde España. Sin embargo, el origen se remonta a mucho antes.
Fueron los chinos los primeros en freír masa y comerla como aún hoy se acostumbra en ese país. Los primeros churros, parecidos al youtiao chino, eran alargados pero sin la forma de estrella. Luego, gracias al uso de una manga, se llegó a darles el diseño actual.
Juan Navarro es la segunda generación de Churros El Topo, marca que se hizo fuerte en Villa Gesell y Necochea desde fines de la década del 60 y que hoy impulsa la categoría con un altísimo perfil en redes sociales. “Por mis venas corren churros, no sangre”, asegura Navarro en diálogo con Cucinare.
Navarro cuenta que sus churros no tienen un secreto mágico: “Son agua, harina y sal. Por eso es necesario una buena materia prima, un buen aceite de fritura y servirlos calentitos recién sacados de la freidora”.
Catalina Quintela es diseñadora gráfica, pero siempre se entretuvo haciendo cursos de pastelería y panadería, su verdadera pasión. Entonces empezó a experimentar con los churros en su casa con herramientas caseras. Así salieron los primeros eventos.
Dos meses antes de que arranque la cuarentena por el coronavirus en la Argentina, instaló su bar en Palermo, Chuck Churros.
“Las aplicaciones de delivery nos ayudaron a surfear la pandemia”, recuerda Catalina. Además, Quintela revela uno de los secretos de sus churros dulces: “Le agregamos un poco de leche a la masa y le damos formas divertidas”.
Con el desembarco de los churros en la ciudad, los gustos se fueron sofisticando. Atrás quedó la opción playera de dulce de leche o pastelera.
Van entonces cinco opciones porteñas que intentan llevar el churro un paso más allá:
Funciona desde 1963 y fue fundada por 3 amigos, Juan José Mursia, Joaquín Romero y Salvador Schillaci, en el barrio porteño de Chacarita.
Al comienzo solo era conocida como una fábrica de churros, pero la calle en la que estaba ubicada, Olleros, le fue dando el nombre a partir del boca a boca.
Olleros ahora está dirigida por la tercera generación de los mismos tres amigos que la fundaron. Ofrecen churros tradicionales de dulce de leche y crema pastelera, de elaboración propia. Cuando la temperatura lo permite, salen los bañados en chocolate, verdaderas bombas de sabor.
Olleros 4167, Chacarita.
Este es otro de los emprendimientos de la dupla gastronómica de Germán Sitz y Pedro Peña. Y queda en la calle Thames, como la mayoría de sus creaciones.
Esta churrería rompe los esquemas de la dualidad dulce de leche o crema pastelera. Aunque ofrece los clásicos, también tiene churros autor con recetas originales como lemon pie (curd de limón y merengue) o el banana split (banana con dulce de leche, chocolate y almendras).
Todos los churros se rellenan en el momento del pedido para mantener la crocancia de la masa. Ofrecen uno especial de frutos rojos muy buscado por los que pasean por Palermo los fines de semana.
Thames 1719, Palermo.
Madrid es una de las ciudades del mundo en la que reina el churro. Desde allí, llegó a Buenos Aires San Ginés y se ubicó en el flamante Mercado de los Carruajes, que forma parte de la renovación del microcentro porteño de pospandemia.
San Ginés se fundó en 1894 y acompaña la tradición madrileña del chocolate con churros en el local que nunca cierra. Ofrecen un combo de 3 churros con chocolate para comerlos y viajar con la mente a la Gran Vía madrileña.
También venden un producto típico español, las porras: muy parecido a los churros pero un poco más ancho y con una fritura perfecta para meter en la taza de chocolate.
Mercado de los Carruajes, L. N. Alem 852, Microcentro.
#. Churros El Topo.
Desembarcaron en la ciudad de Buenos Aires en la última década con toda la potencia de una marca que dejó huella en todos los turistas que alguna vez pasaron por Villa Gesell o Necochea, sus dos casas centrales.
Se jactan de ser un negocio familiar sin franquicias con cinco sucursales en Buenos Aires, locales en Cariló, Pinamar (2), Valeria del Mar, Mar Azul, Bariloche y con una próxima apertura de un local con churros sin TACC para celíacos o personas que deseen comer sin gluten.
Ofrecen las tradicionales masas con dulce de leche o pastelera. “El churro simple es un producto 100% vegano. Nosotros también tenemos versiones rellenas para ese público con dulce de almendra, membrillo, batata, hummus y hasta de palta”, asegura Navarro.
Otro hit de El Topo son los churros con relleno salado. “Arrancamos con el de queso azul y en ese momento se hicieron muy famosos”, cuenta el churrero geselino.
Cada tanto en las redes sociales lo desafían a presentar nuevos sabores salados. Por ahora, El Topo ofrece de cheddar, aceitunas, jamón y queso y leberwurst.
Lavalle 1144, Tribunales; Virrey del Pino 2617, Belgrano; Malabia 1784, Palermo; Manuel Ricardo Trelles 906, Caballito; Constituyentes 4682, Villa Urquiza.
#. Chuck churros.
Este barcito de Palermo se focaliza en los churros dulces. Los minis salen calentitos con el clásico dulce de leche y, también, de nutella, bon o bon (crema de maní) y de galletita oreo.
Los churros tradicionales, con cobertura de chocolate y “lluvia” de oreos o crunch de cereales. Como novedad, Chuck tiene un sundae de pistacho que viene acompañado con un churrito para mojar en la crema sabrosa. Otra forma de degustar la masa crocante.
Nicaragua 4457, Palermo.
Author: MarianoJ
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