Hay películas que marcan hitos y épocas. Algunas de ellas fueron Casablanca, Lo que el viento se llevó o Tiburón. Hay otras que también lo hicieron, aunque tengan bajo perfil. Es el caso de Coronel Redl, Las Alas del Deseo o La Fiesta de Babette.
Este último es un film de culto, sobre todo entre los gourmets. Está basada en una obra de la baronesa Karen Von Blixen (alias Isak Dinesen), y fue llevada a la pantalla por el fallecido director danés Gabriel Axel.
Es una obra maestra que tiene pliegues y capas, y permite diferentes lecturas. Una de ellas es histórica, ya que, si bien sucede dentro de una comunidad costera aislada, llegan ecos de las revoluciones que convulsionaron a la Europa del siglo XIX.
Otra es religiosa, ya que toca el tema de la represión de los placeres, y cómo un pastor luterano subyuga el futuro de sus hijas, con fines egoístas, escudado en la religión.
Finalmente, y lo más importante para esta nota, es el costado gastronómico, y de cómo una comida puede cambiar la vida de una comunidad que languidece, aunque sea por una noche.
El líneas generales trata de cómo Babette Hersant, una joven exiliada francesa, de la que poco se sabe, llega casi desahuciada a una aldea danesa con el sólo objeto de que la acojan. Así lo hace la familia del pastor protestante, que tiene dos beldades solteras. La familia hace trabajar a la recién llegada como personal doméstico durante muchos años, hasta que Babette gana la lotería en Francia.
Cuando todos dan por sentado que luego de su premio está presta a partir, con el fruto de lo obtenido, y sin contar nada, organiza una maravillosa comida con la mejor vajilla y manjares posibles que hace traer de Francia, auténtico festín lejos del alcance los miembros de esa comunidad.
La comida fue apoteótica, y allí se revela que en el pasado Babette había sido una eximia y famosa cocinera en París, que tuvo que escapar de Francia luego de unos amoríos fallidos. La expresión del banquete que ella prepara y en la que invierte todo el capital es una metáfora de uno en ocasiones se ve forzado a dar lo mejor de sí, y de que siempre hay espacio para el goce, incluso dentro de una sociedad reprimida.
El menú, ya legendario, que Babette preparó esa noche estuvo compuesto por:
#. Sopa de tortuga, acompañada por un vino amontillado.
#. Caviar y Veuve linis Demidoff acompañados de un Veuve Clicquot añada 1860.
#. Ensalada de endivias, nueces y lechuga con vinagreta francesa.
#. Codornices en sarcófago (rellenas de trufa negra y foie, y reposadas dentro de un vol au vent, con salsa de vino Clos de Vougeot cosecha de 1845).
#. Selección de quesos franceses, con el Roquefort, el Camembert y Comté
#. Fruta fresca: higos, dátiles, uvas y ananá.
#. Torta de cerezas, frutas confitadas y licores.
#. Café molido y Marc Vieux Fine Champagne.
Este plato puede tener buenas versiones con este tipo de carnes más económicas.
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