Hay un mito que recorre la ciudad de Buenos Aires. El relato dice que donde veas varios taxistas comiendo, es porque es lugar es barato y bueno.
Subidos a esa mística 100% porteña, un grupo de jóvenes cocineros tomaron la posta de un viejo reducto de choferes de taxi y lo reconvirtieron en un bodegón con productos de primera calidad.
El lugar se llama Joya, nunca tasi y queda en Castillo 601, en el barrio de Villa Crespo.
El local es pequeño y tiene la cocina a la vista. Está ambientado con los colores y objetos de los viejos taxis porteños.
Se puede pedir de entrada la polenta crocante con ragú de hongos. De principal, lo imperdible es el asado banderita jugoso y con una maceración de 48 horas. A esto se agrega unas papas bastón que vienen con pesto y queso sardo.
Para tomar hay vermut y algunos vinos seleccionados de bodegas de autor. De postre, lo mejor es ir al clásico flan mixto.
Este plato puede tener buenas versiones con este tipo de carnes más económicas.
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