El local tiene todas las características y la estética de la década del 90. Un cartel enorme de una gaseosa en la puerta. Un mostrador de madera lustrada y asientos para comer sobre su barra.
La panchería Gringo nació hace casi 30 años, en 1995, con el objetivo de que los cadetes y oficinistas que en esa época poblaban el microcentro porteño coman algo rápido para seguir trabajando.
El local sobrevivió a los diferentes cambios de la zona. Desde la crisis de 2001 hasta la pandemia que vació esa zona de oficinas. Queda en Lavalle y Maipú. Hoy también es visitado por turistas curiosos.
En su mostrador sigue ofreciendo sus panchos con panes esponjosos y toppings originales.
Allí se incluyen 10 variantes “del mundo” en las que se mezclan salsas y toppings que dan identidad cultural a las versiones francesa, italiana, chilena, uruguaya y brasileña, entre otros.
Los componentes principales son los clásicos: salchichas de viena sin piel y el pan más asociado a esta comida, que puede degustarse de pie o sentado en la barra de este emblemático rincón de la ciudad.
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Los declaró ilegales porque los productos no pueden ser identificados como elaborados en lugares habilitados.