Un grupo de amigos fundó una pequeña fábrica de helado en La Matanza, provincia de Buenos Aires, que juega en los límites de la gastronomía nacional.
Es que Cannacream se convirtió en pionera en un campo que muchos considerarían inexplorado: helados artesanales infundidos con terpenos derivados de la planta de cannabis.
Desde la empresa aclara que sus productos no contienen cannbinoides ni provocan efectos psicoactivos.
La idea fue enriquecer los helados argentinos tradicionales con terpenos, esos compuestos que definen el sabor y aroma del cannabis.
El camino hacia Cannacream comenzó cuando Pablo Cunto, uno de los fundadores, incursionó en la industria de la cerveza artesanal con terpenos. Tras el éxito rotundo de este emprendimiento, la idea de explorar más productos alimenticios con estos aromas se convirtió en una posibilidad tangible. Ahí nació este helado en un galpón de Aldo Bonzi, en el conurbano bonaerense.
Cannacream usa un terpeno seleccionado cuidadosamente de un laboratorio en Barcelona, aprobado por la Food and Drugs Administration de EE.UU..
Con la inclusión del cannabis en el Código Alimentario Argentino, se abren nuevas posibilidades con sabores de CBD y THÇ.
Su misión es llevar estos helados únicos a heladerías, grow shops y restaurantes, fusionando la tradición gastronómica argentina con innovación.
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Los declaró ilegales porque los productos no pueden ser identificados como elaborados en lugares habilitados.