La inmigración europea de principios del siglo XX dejó a Buenos Aires plagada de restaurantes donde se mezclabas las tradiciones italianas y españolas.
En este caso, en la esquina de Billingurst y Lavalle, la cantina de Pierino es testigo de la historia del barrio porteño de Almagro desde hace más de 100 años.
En 1909, María Victoria llegó de Italia cargada con todas las tradiciones de la comida de su tierra natal.
La mujer se instaló en un local pequeño, donde vendía un plato del día económico, vino suelto y hielo.
Sus clientes eran los changarines del mercado del Abasto, ubicado a unas pocas cuadras del lugar.
Pierino, hijo de María, trabajó desde muy chico en el negocio familiar. Con el tiempo se hizo cargo, extendió su dominio hasta la ochava y reemplazó a María en la cocina, continuando con las recetas aprendidas de la nonna. Son esos mismos platos calabreses que hoy disfrutan porteños y turistas que llegan hasta el local.
En la década del 60, lo frecuentaba Astor Piazzolla. Cuenta la leyenda que el músico se inspiró en este bodegón para componer “María de Buenos Aires”.
Hoy se pueden disfrutar los mismos fusilli al fierrito, ya preparados por Luciano Capalbo, hijo de Pierino, que se ocupa junto con sus hermanos de la cantina. Los fusilli a la scaparo son el clásico de la casa, pero también es recomendable probarlos con la salsa Boscaiola, de crema con panceta y champignones.
Hay también platos de carne como el conejo a la cazadora. De postre, lo ideal es seguir con las tradiciones y pedir un tiramisú.
Este plato puede tener buenas versiones con este tipo de carnes más económicas.
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