Jonathan Zapata entró a la cocina a los 10 años y nunca más se fue. Primero fue al lado de su abuela y luego en las vacaciones en el campo de Entre Ríos, de donde es oriunda su familia.
“Cortaba cebolla que me hacía llorar y trabajaba con las masas de pastas”, recuerda el joven chef en diálogo con Cucinare.
Lo primero que aprendió de la cocina lo hizo de su abuelo Roque, que cocinaba en esos veranos en Rosario del Tala, Entre Ríos. Allí había desde asado a la estaca, pescados a la parrilla o el disco, ranas y todo tipo de animal que iba a parar al asador.
“Hacíamos hasta asado con cuero que no es ta fácil de cocinar -explica Jonathan-. Hay que tener en cuenta los tiempos y formas de cocción para que no se hierva la carne”.
Cuando entraba a la adolescencia, Jonathan se quedó solo con su papá. En ese momento se hacer cargo de la cocina familiar. Primero, le dejaban los productos para ensamblar y hacer la cena. Hasta que se largó solo y preparaba sus propias combinaciones de guisos o salsas para las pastas de la noche.
A los 16 años, Zapata se lanzó a la aventura de ingresar en el mundo gastronómico. Arrancó como bachero en un restaurante porteño. Allí aprendió de todo en jornadas muy extensas. “Desde ese momento, me puse como objetivo llegar a ser cocinero profesional. Me encantaba estar en ese espacio”.
Entonces, Jonathan se puso a hacer cursos y hasta un curso en la UBA sobre Gerenciamiento Gastronómico. Había iniciado su carrera. Tras el primer trabajo, pasó de ayudante de cocina a un bodegón. Allí se dio cuenta de que todo lo que hacían ya lo había hecho en su casa cuando era apenas un adolescente.
Creció en el mercado y llegó a ser un chef profesional. Así, empezó a viajar para desarrollar proyectos en México, Punta del Este y Río de Janeiro. “Mi objetivo siempre es expresar sentimientos a partir de un plato, de la combinación de sabores”, explica Zapata.
En la actualidad, Jonathan es chef ejecutivo de Blossom. Con varias sucursales, el cocinero se multiplica para visitar todas las cocinas y que se respeten todas sus decisiones. “Tengo mi base en San Isidro que es la cocina que me armé a mi gusto. Me gusta que cada envase tenga su tapa y que cada cuchara esté en su lugar“, resalta Zapata.
Jonathan tiene pareja y vive con los dos hijos de su mujer. “A ellos lo que más le gusta es el picante. Eso es algo que aprendieron conmigo que también soy fan. Son de ponerle curry hasta la pizza”, cuenta Zapata.
Jonathan deja la definición que es clave en su desarrollo como cocinero. “Para mi el sabor es recuerdo”, sintetiza el chef. Así, Zapata conserva siempre en su alacena un frasco de pimienta blanca de Alicante, la misma que usaba su abuelo para prepararle huevos fritos a la pimienta.
Jonathan vuelve a preparar esa delicia en su cocina, siente el aroma y se transporta a la infancia. Igual que Auguste Gusteau en Ratatouille.
Este plato puede tener buenas versiones con este tipo de carnes más económicas.
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