Para muchos, levantarse cada mañana y colocar una cápsula en la máquina de café es ya casi una religión. Desde su llegada a Argentina en el año 2000, los cafés monodosis se integraron en la rutina diaria y se consolidaron entre las diferentes opciones para elaborar esta infusión.
Tanto es así que, en 2017, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) incluyó las cápsulas de café como uno de los productos más consumidos para calcular la canasta básica. Sin embargo, muchos consumidores desconocen que algunas de estas cápsulas pueden contener azúcar, una cantidad inexacta de cafeína y presentar riesgos ecológicos.
Algunas cápsulas pueden contener azúcar, aunque el consumidor no lo note, pensando que sólo consume café. Según estimaciones del sitio web SinAzúcar.org, algunas cápsulas puede contener el equivalente a dos terrones de azúcar.
En algunos casos, el azúcar proviene de la lactosa de la leche en polvo añadida. En otras cápsulas, como las de cacaos solubles, se puede encontrar jarabe de glucosa o sacarosa añadida, además de otros ingredientes que mejoran las características sensoriales y tecnológicas del producto, como aceites, emulgentes o estabilizantes.
Lo ideal es evitar las cápsulas más dulces, especialmente para personas sedentarias o con ciertas patologías, recomendando eliminar el azúcar de la dieta en estos casos.
Otro aspecto a considerar es la cantidad de cafeína en las cápsulas. Las cápsulas de Nespresso varían considerablemente respecto a lo indicado por la compañía. Se encontró que a mayor tamaño del servicio de café, mayor es el contenido de cafeína, lo que indica que no es útil pronosticar el contenido de cafeína basándose en el grado de intensidad marcado por Nespresso.
En cuanto a los riesgos ecológicos, la presencia de aluminio genera polémica. Las cápsulas y materiales plásticos destinados a entrar en contacto con alimentos están regulados y controlados para garantizar que no se excedan las ingestas tolerables.
Sin embargo, el reciclaje de estas cápsulas presenta un problema serio debido a su difícil gestión. Desde un punto de vista medioambiental, entonces, se recomienda evitarlas o, al menos, optar por cápsulas reciclables que puedan recargarse y reutilizarse.
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