En la actualidad, la mayoría de los productos con sabor a vainilla contienen un aromatizante artificial conocido como vainillina.
Sin embargo, en el pasado, este sabor se conseguía al agregar castoreum a las recetas, una sustancia que proviene de las glándulas anales de los castores, y que además era valorada por sus supuestas propiedades curativas.
La caza de estos animales llegó a niveles alarmantes, lo que los puso en peligro de extinción. Afortunadamente, gracias a los esfuerzos de conservación, muchas especies de castores ahora se encuentran en una situación estable según la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
Aunque son pocas las personas que siguen creyendo en las propiedades medicinales del castoreum, este se usa para dar sabor a vainilla en algunos sectores de la industria alimentaria.
Si bien ya no es el aditivo predominante, aún se puede encontrar en ciertos productos. Hay variedad de helados que lo utilizan como “aromatizante natural”.
El castoreum es una secreción oleosa que los castores utilizan para asearse y marcar su territorio. Diversos estudios identificaron hasta 24 compuestos diferentes en esta sustancia, incluidos feromonas como el catecol, alcaloides como la nupharamina, y salicilina, un precursor del ácido acetilsalicílico.
Durante siglos, el castoreum fue usado en la medicina tradicional como analgésico, antipirético y antiinflamatorio. Además, se creía que era útil para tratar dolencias como la tos, la dismenorrea e incluso la “histeria”, un diagnóstico frecuente en mujeres durante la época victoriana que, se descubrió más tarde, estaba relacionado con la insatisfacción sexual.
Los antiguos romanos también atribuían propiedades medicinales al castoreum, llegando a quemarlo para liberar vapores que creían eran abortivos. Además, en la medicina bizantina se recomendaba su uso para tratar enfermedades de oído, como la amigdalitis y las infecciones del tímpano.
Cuando disfrutamos del sabor a vainilla en galletas u otros alimentos, solemos imaginar que proviene de las vainas de la orquídea. En algunos casos es así, ya que la vainillina se extrae de estas vainas mediante un proceso con alcohol.
Sin embargo, como este proceso es costoso y limitado a regiones tropicales, muchas empresas buscan alternativas, y ahí es donde entra el castoreum.
Aunque aprobado por la FDA como seguro para el consumo humano, la obtención del castoreum no es sencilla. En tiempos antiguos, se sacrificaban castores para extraer la secreción de sus glándulas, pero hoy existen granjas donde se crían estos animales para obtener pequeñas cantidades del compuesto.
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