El restaurante-feria de Chacarita donde podés probar comida callejera del mundo y comprar todo lo que ves
El Taller CABA te hace viajar con su carta, funciona como galería de arte y es ideal para los amantes de lo vintage.

Por Verónica Camaño
Si alguna vez fantaseaste con llevarte la copa del bar al que fuiste sin cometer ningún delito, El Taller CABA es el lugar ideal para hacerlo realidad.
Cada objeto de este nuevo espacio en el barrio porteño de Chacarita, sobre la Av. Dorrego, puede ser tuyo, como si te sentaras a comer y beber en una gran feria vintage. Y no sólo las copas: también los platos, cubiertos, adornos, la mesa y hasta la silla en la que te sentás.
¿Con qué podés encontrarte? Con vajilla única recuperada, como un plato que supo vivir en primera clase de Aerolíneas Argentinas en los 80, mobiliario original, colorido y puntillosamente elegido, cuadros, adornos extravagantes y una carta que viaja por América latina, Asia, Medio Oriente y Europa, con Raúl Padrón, -el jefe de cocina-, como piloto que todo lo ve desde su cocina abierta.

Este nuevo restaurante es también una galería de arte y espacio de encuentro donde suceden todo tipo de actividades, sólo hay que estar atento a sus redes sociales: desde cenas cannábicas, encuentros para discutir finanzas personales, intervención artística de vinilos y feria de ropa.

Es que Adrián Kohan, uno de los dueños, es fanático de los mercados de pulgas y anticuarios, y logró volcar su pasatiempo y uno de sus placeres favoritos -deleitarse con los mejores platos callejeros del mundo- en su nuevo emprendimiento.
La remodelación del El Taller antes de su apertura también contó con materiales recuperados, como el hierro reciclado de una fábrica cordobesa y dos salamandras que calentarán el invierno que se viene junto con el goulash con spaetzle, uno de los platos europeos más calóricos del menú que estuvo disponible todo el verano a pedido del público.

Para un indeciso con hambre no hay nada mejor que dejarse sorprender por la recomendacion del chef, una degustación bien completa: el viaje empezó con un Garganta del diablo, un trago a base de whisky en una copa vintage con una barra de canela prendida para despertar todos los sentidos.
Después, se sumó una panera completísima para disfrutar con hummus, kimchi y chucrut, y dos niguiris de abadejo flameado y falafel. Llegamos a Latinoamérica con ceviche fresco y finalmente aterrizamos en Asia con unos fideos de arroz con langostinos y pollo agridulce.

“La propuesta de hacer una carta con comida callejera del mundo me encantó porque tuve la oportunidad de viajar mucho y aprendí un poco de todo, aunque lo asiático es lo que mejor se me da”, cuenta a Cucinare Raúl, sushiman, venezolano de nacimiento y porteño por elección, desde su barra una vez que el servicio va llegando a su fin y puede darse el gusto de compartir una charla con los visitantes.
Author: Veronica
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