Alimento esencial o consumo prescindible, el gran dilema para los vendedores de vino
Aunque es la bebida nacional, no todas las vinotecas argentinas tienen permiso para abrir y luchan por sobrevivir en medio de la pandemia.
Por Paula Bandera
El vino es bebida nacional, lo establece la ley Nº 26.870, y su elaboración está reglamentada en el Código Alimentario Argentino; es difícil justificar, entonces, cómo las vinotecas no están catalogadas como esenciales.
“Es un alimento, un producto agroindustrial, no debería haber debate alguno, pero el problema es que cada municipio le otorga un tipo de habilitación diferente”, explica Carlos Bórbore, vicepresidente de la Cámara Argentina de Vinotecas.
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, por ejemplo, se las considera como locales dedicados a la “venta de alimentos y bebidas envasadas”, por lo que pueden funcionar, pero en otras localidades el panorama es muy distinto.
“En Venado Tuerto, por ejemplo, hoy las vinotecas no pueden abrir. A un colega de San Miguel lo forzaron a cerrar el negocio porque no estaba especificado el rubro en el decreto”, indica Bórbore.
En rigor, el Decreto de Necesidad y Urgencia referido al aislamiento social, preventivo y obligatorio contemplaría a las vinotecas, ya que habilita la apertura de “supermercados mayoristas y minoristas y comercios minoristas de proximidad”, quizás la confusión venga porque luego detalla “farmacias. Ferreterías. Veterinarias”, sin mencionar a las vinotecas. Esa aclaración, como dice el refrán, oscurece.
Unos días atrás, Diego Caselli, de la distribuidora e importadora I Vini, creó una petición en Change.org para que se declare al vino “esencial” y, así, las vinotecas puedan funcionar con normalidad.
Frappé, por ejemplo, estuvo con las persianas bajas hasta el 1° de abril, desde ese día abrieron 9 de los 19 locales que conforman la cadena, aquellos ubicados en barrios. De todas formas, la modalidad de atención cambió, solo toman pedidos por WhatsApp o teléfono y hacen entrega a domicilio -sin cargo- o pick up (retiro) en los locales.
“Para mí no hay ningún gris, el vino es la bebida nacional y se lo considera un alimento. No abrí al principio porque iba a ser solo por una semana y había cierta resistencia del personal, que lógicamente estaba temeroso”, cuenta Christian Gallo, gerente de la cadena. Pero la situación se hizo insostenible, ya que, “lo que no facturas un día no lo recuperas más”, así implementaron esta modalidad.
“Los supervisores estuvieron en contacto con los empleados, les explicaron cómo arrancar, qué medidas de prevención tomar, eso hizo que antes de volver a abrir, el 90% del personal estuviera predispuesto. La mayoría entendió que si no abrimos nos quedamos todos sin trabajo”, agrega Gallo.
En EnoGarage, otra cadena, funcionan con la cortina baja. Preparan los pedidos dentro del local y hacen la entrega. “Hoy la venta de los locales solo representa entre un 15% y un 20% de la facturación habitual”, cuenta Alfredo Sáenz, dueño de la vinoteca. Encima “sacar un pedido a la calle es complejo, hay controles en todos lados, así que te paran a cada rato, llegas a una casa y el que hizo el pedido no quiere bajar a buscarlo, pretende que se lo dejes al encargado, el encargado no lo quiere recibir y te expones a todo eso solo por un 15%”, explica.
Supermercados vs. vinotecas
Más allá de la venta asesorada y de que se genera un vínculo con la clientela, las vinotecas ofrecen etiquetas que no se consiguen en las góndolas del supermercado. Por eso, el parate también afecta a las bodegas.
“Nuestro porcentaje de ventas a vinotecas representa el 38%, para nosotros es muy preocupante que no funcionen con normalidad”, señala Leonardo Puppato, gerente de Producción y Enología de Familia Schroeder.
Por otro lado, las vinotecas barriales tienen un rol social, muchas veces son punto de encuentro entre amantes del vino y también uno de los pocos rubros comerciales donde se preserva la relación personal entre vendedor y cliente.
Mr. Wines o “la cueva”, como la conocen sus habitués, es un claro ejemplo de esta modalidad. Fernando Musumeci, su dueño, acostumbra a descorchar vinos para que los clientes/amigos pasen a beber, organiza catas con enólogos, degustaciones, etc. “Una vez que esto se normalice, tendremos que esperar más tiempo todavía para que vuelvan las grandes juntadas. Habrá que ir reformulando el negocio, mi fuerte siempre fue lo social alrededor del vino, pero sé que falta bastante para volver a eso”, cuenta.
Hoy funciona una o dos veces por semana, con la persiana baja. Los clientes hacen pedidos vía WhatsApp, él los prepara y se pueden retirar en persona o mediante servicios como Glovo.
Bórbore es dueño de una famosa vinoteca en Villa Devoto; desde la cuarentena obligatoria abre en horario reducido y solo una pequeña parte del local está habilitada: ya no es posible recorrer las estanterías en las que descansan las 1.800 etiquetas que conforman su inventario.
“Tenemos muchos clientes que viven solos y están alegres de venir una o dos veces por semana y conversar cinco minutos sobre cómo enfrentan el encierro. Cumplimos una función social”, asegura el vinotequero, aunque advierte que un 50% hace el pedido de manera previa vía WhatsApp y que, entre todos los recaudos que tomaron, no permiten el ingreso de más de una persona por vez, por eso si hay charla, es muy breve.
Para Bóbore la vinoteca cumple un rol clave como negocio de proximidad, “es una manera de disminuir volumen de gente en los supermercados y chinos. A mí me da pánico ir a esos lugares, yo compro todo en pequeños comercios”, dice.
A nivel mundial
En otros países la situación es diferente. En el Reino Unido, el gobierno de Boris Johnson declaró a los alcohol shops como “negocios esenciales”, así que pueden funcionar con normalidad mientras mantengan las medidas preventivas.
Al menos 36 estados de los Estados Unidos decretaron la cuarentena obligatoria, pero en la mayoría de ellos los comercios que venden alcohol -llamados liquor stores y wine shops– integran el listado de rubros esenciales.
Más allá de la modalidad de venta, el consumo de alcohol creció en casi todos lados. Lo afirman las cifras de las consultoras internacionales y también se percibe en el día a día.
“En varios grupos de WhatsApp de los que formo parte se preguntan dónde comprar vino. En el Instagram de Frappé aumentó considerablemente la cantidad de consultas, es increíble”, cuenta Gallo.
De acuerdo a datos provistos por Nielsen, en los Estados Unidos la venta de vino creció un 27,6% si se compara marzo de 2019 contra el mismo periodo en 2020. Además, esa cifra da cuenta de que el vino es el producto alcohólico de mayor consumo, ya que la venta de destilados creció un 26,4% y la de cervezas y sidras un 14%.
Como presidente de la Asociación de la Sommellerie Internacional (ASI), Andrés Rosberg tiene una visión global del tema: “La venta de vinos en supermercados se disparó en varios países, al punto que, en Australia, por ejemplo, han tenido que racionar las ventas para evitar faltantes, tal como sucedió con otros productos, como el papel higiénico o el alcohol en gel”, señala.
Pero otra vez, no importa de qué país se trate, las bodegas pequeñas, también llamadas “de autor”, se llevan la peor parte. “A los productores los afecta de forma desigual, para las bodegas medianas y pequeñas el mayor caudal de ventas reside en las vinotecas y el canal gastronómico”, cuenta Rosberg. Y destaca la importancia de esta industria para el país: “La vitivinicultura genera en Argentina unos 385.000 empleos entre directos e indirectos -unas 35 veces más puestos por hectárea que la soja-, distribuidos a lo largo de 18 provincias”.
Pero no todo está perdido, como asegura la frase popular “el vino une” y es probable que después de la cuarentena, se multipliquen los encuentros regados por buenos vinos.
“No es comparable, pero tras la crisis de 2001, la gastronomía y la industria de las bebidas se recuperaron rápidamente, la gente va a querer sociabilizar y disfrutar pequeño un placer”, se ilusiona Sáenz.
Author: Cucinare TV
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